Poco se habla de los demás muros existentes desde largo tiempo que cumplen igual intención, incluso con el objetivo deliberado de exterminar a todo un pueblo
Ahora la moda es repudiar la decisión del nuevo presidente gringo de construir un muro que separe a su nación de México, que es decir de todo el resto del continente, cuyos habitantes cruzan de cualquier modo la frontera en busca del anhelado “sueño americano”. Sin embargo, poco se habla (quizás por ser menos conocidos o publicitados) de los demás muros existentes desde largo tiempo que cumplen igual intención, incluso con el objetivo deliberado de exterminar a todo un pueblo, como ocurre con Palestina, víctima del sionismo. En situaciones más locales, se pasa por alto los otros muros que dividen urbanizaciones y barrios (o zonas marginales), con los cuales se evidencia el contraste de las clases sociales y pone en el tapete la necesidad revolucionaria de la transformación estructural que requiere el modelo civilizatorio vigente en nuestra Abya Yala y el resto del planeta.
Escasamente se conoce algo respecto a los muros construidos en Uzbekistán o Belfast, Irlanda del Norte; en Chipre; en Melilla, a orillas del mar Mediterráneo, el cual separa España del norte de África; o el que erigiera Marruecos en el Sahara Occidental; Egipto en su frontera con la Franja de Gaza; entre Iraq y Kuwait; entre Iraq y Arabia Saudita; entre Turquía y Siria; entre Zimbabwe y Botswana; entre India y Pakistán; y la candente zona desmilitarizada establecida desde hace décadas entre Corea del norte y Corea del Sur. Cada uno de ellos bajo diferentes razones, pero con propósitos similares, es decir, servir de instrumentos visibles de la dominación, la xenofobia, el odio, el racismo y la discriminación, algunas revestidas con elementos religiosos prejuiciosos, practicadas por unas naciones sobre otras, lo mismo que por unas clases sociales sobre otras. Entre estos cabe incluir (aunque no se vea o palpe) el bloqueo económico cincuentenario desplegado por Estados Unidos contra Cuba, a fin de someterla y recuperarla como parte de su dominio imperial.
A todos ellos se suman los muros creados por las grandes trasnacionales de la información y la comunicación (secundadas por los demás agentes de la industria ideológica imperial-capitalista), que le impiden a un amplio porcentaje de la población mundial enterarse de las verdaderas causas de los acontecimientos que -de una u otra forma- afectan su destino, siendo víctima de una manipulación mediática descarada que se ajusta a los intereses de quienes representan y dominan el sistema capitalista global.
Por eso resulta válido lo afirmado por Fernando Buen Abad respecto a que el muro propuesto por Donald Trump no tapará “el drama del desempleo, la barbarie de la humillación, el infierno del hambre y la monstruosidad del despojo. Todo lo contrario, deja a la vista la barbarie, la aberración y la bofetada auspiciadas por la burguesía, que no tiene límites ni frenos en la fase depredadora en la que se encuentra el imperio. El muro es su espejo. Ellos ponen el muro para callarnos y para callar toda rebeldía, nosotros (todos) podemos poner el ejemplo y transformar al mundo. Que reviente el muro con las luchas indígenas, campesinas y obreras… desde abajo y hasta el cielo. Que reviente el muro antes, durante y después de que lo completen. Que reviente el muro por obra y gracia de los trabajadores, de aquí, de allá, inmigrantes y no inmigrantes… unidos esta vez para siempre”.
Los pueblos oprimidos, explotados y discriminados del mundo están obligados, por tanto, a derribar en conjunto los otros muros que nadie ve, incluso aquellos que -sin conciencia plena de lo que representan- justifican, incitados por la ideología dominante.
Homar Garcés
aporrea.org