La llegada de Trump al poder ha creado tensiones políticas severas que ponen a prueba a la democracia liberal más antigua (1787) y más grande del mundo en términos de población
Jesús Silva R.
aporrea.org
18 jóvenes profesionales de diferentes países a nivel mundial fuimos seleccionados por trayectoria para la tarea de analizar el sistema político constitucional en los Estados Unidos de América. Esa selección me permitió el honor de representar a Venezuela internacionalmente durante enero de 2017, a través de una larga serie de encuentros en varias ciudades con prestigiosos doctores universitarios, instituciones públicas, medios de comunicación, minorías y organizaciones de la sociedad civil.
Este escrito es la continuación de: «Un chavista en la fiesta de Donald Trump» – https://www.aporrea.org/internacionales/a240361.html.
Fue así que asistí a la toma de posesión presidencial de Donald Trump en Washington y cerca estuve de concretar una entrevista con este personaje a través de amigos periodistas estadounidenses, pero enfocándome en mi misión académica principal, el resto del tiempo no alcanzó para ese acto y los compromisos de febrero me obligaban a retornar a Venezuela.
Ver 2º video de nuestra labor en ceremonia de Donald Trump: https://youtu.be/XAZ6OS9MaOs.
Ahora bien, la llegada de Trump al poder ha creado tensiones políticas severas que ponen a prueba a la democracia liberal más antigua (1787) y más grande del mundo en términos de población. En este contexto la interrogante es: ¿puede la acción de un presidente políticamente desafiante desestabilizar al régimen constitucional estadounidense o por el contrario el entramado de instituciones públicas e incluso los poderes fácticos empujarán a Trump a negociar un gobierno moderado?
Mientras eso se dirime, las tensiones políticas crecen porque no hay democracia perfecta. En efecto, el modelo democrático burgués estadounidense ha engendrado un factor de contradicción dentro de su propio seno. Dicho en lenguaje terrenal, hay un conflicto «intercapitalista» en el cual un empresario billonario elegido como presidente entra en discusión con fuerzas tradicionales del Estado más rico y poderoso del planeta.
Para gobernar y hacer cambios radicales, Trump tiene eficaces herramientas como la presidencia del país, apoyo del Congreso en ambas cámaras y se encamina a obtener una mayoría de magistrados conservadores en la Corte Suprema de Justicia que teóricamente es favorable para su administración.
Sin embargo a Donald se le opone una coalición poderosa: el partido demócrata, un ala disidente del partido republicano y la mayoría de los grandes medios de comunicación que en EE.UU. se conocen como «mainstream media» y sus «opinionizers» (opinadores que general matrices).
En lo que al pueblo respecta, una mitad lo quiere y la otra no, ya que fue protagonista de un empate técnico en el voto popular contra la candidata Clinton. Sin embargo, todo presidente que gobierna con astucia puede ganar más apoyo en comparación a lo alcanzado en su época de candidato, porque al final las masas se anotan con el ganador.
Luego de años de conociendo al pueblo de EE.UU. pienso que esa nación podrá superar las actuales tensiones y reducir las amenazas contra su estabilidad política mediante los tres principios cardinales de su democracia liberal:
1) Separación de poderes, que el ejecutivo, el legislativo y el judicial puedan actuar con independencia y de ese modo establecer un equilibrio de fuerzas dentro del Estado.
2) Controles y contrapesos, que los distintos poderes públicos puedan vigilarse mutuamente e impedir abusos de cualquiera de las ramas del poder.
3) Federalismo, que el poder del Estado se divida jerárquicamente en tres niveles, que son federal (máximo rango nacional), estadal (en 50 estados) y local (en ciudades, condados y distritos), con lo cual cada quien hace su tarea y no invade el espacio del otro.
Conclusión: hay cosas que comparto de EE.UU. y otras que no, pero respeto la voluntad constitucional de su pueblo y espero que las relaciones con Venezuela puedan mejorar en esta nueva etapa sobre la base del respeto mutuo y el diálogo.