Mientras Chávez abría el compas para que todo aquel que deseara constituir un partido político lo hiciera, el gobierno madurista se traza como objetivo torpedear todo lo que permita avanzar en la participación política
La tramoya democrática se ha ido desmontando con una fina tecnología que hoy avanza a pasos grotescos.
La polarización, como acuerdo entre sectores políticos en el marco de que todo lo que esté fuera de ella quede como «polvo cósmico y arena de playa» avanza a «paso de vencedores», y los partidos políticos se entregan con la esperanza de que alguno se salve por compasión de su verdugo.
La nueva fórmula de postergar la democracia está en curso. Mientras Chávez abría el compas para que todo aquel que deseara constituir un partido político lo hiciera, el gobierno madurista se traza como objetivo torpedear todo lo que permita avanzar en la participación política.
El problema no es que los partidos tengan que actualizar su nómina, no. El problema es que a las minorías no se le facilita su participación, formulando un mecanismo que obliga a que cada organización política tenga que buscar unos recursos que no tiene para lograr movilizar a 300 mil personas a las sedes del CNE en las capitales de los estados para poner su huella, en lugar de permitir que las organizaciones vayan a donde están sus militantes para recoger su voluntad y que el CNE garantice los mecanismos de validación de estas firmas y huellas.
Hoy el Poder Electoral asume que todos somos delincuentes electorales, por supuesto, de manera conveniente, con el fin de impedir que todo lo que esté por fuera de la polarización no tenga posibilidad de convertirse en un fenómeno electoral, tal como lo fue Chávez en su momento.
Hoy estoy seguro que el PCV y AD tienen un objetivo en común, así como lo tuvieron para derrocar a Carlos Andrés Pérez, se juegan su subsistencia como organizaciones políticas o vivir proscritos, como hoy lo está Marea Socialista.
Pero esto no se queda aquí, así como a los partidos existentes se les impide subsistir, a las organizaciones políticas emergentes se les impide nacer. Es el caso de Marea Socialista, a la que ni la reserva de nombre se le permite hacer, mientras el TSJ y en específico su sala electoral practica el «silencio jurídico».
Si las organizaciones políticas, indiferentemente de la ideología, hoy no se ponen de acuerdo para subvertir la imposición de su proscripción, lo poco que va quedando de democracia, fenecerá por indolencia de la dirigencia de los partidos del Polo Patriótico, que esperan migajas y de la MUD que esperan un milagro.