Nuestro pueblo tiene comprensión de lo que sucede y sabe que solo desde sus propias fuerzas, desde su propio poder es que saldrán las soluciones a las dificultades actuales
Elías Jaua Milano
En la última emisión del programa radiofónico Encuentro Popular, que conduzco todos los miércoles, sostuvimos una especie de coloquio con un grupo de jóvenes que hacen vida cotidiana sobre los temas que discute hoy la juventud.
En un segmento del debate les pregunté acerca de sus críticas a la dirigencia revolucionaria. Ellos y ellas contestaron que sí las había, pero también reconocían que no era fácil la tarea. Sobre todo me gratificó la respuesta unánime: “Más que criticar, ellos y ellas estaban ocupados de producir, de estudiar, de organizarse, de aportar”.
Esa respuesta indica el alto nivel de conciencia acerca del papel protagónico de la mayoría de los sujetos sociales de la Venezuela de hoy, y esa es la muralla contra la cual se estrella el discurso mesiánico y manipulador de la contrarrevolución. Nuestro pueblo tiene comprensión de lo que sucede y sabe que solo desde sus propias fuerzas, desde su propio poder es que saldrán las soluciones a las dificultades actuales, y no se deja seducir por los cantos de sirenas contenidos en frases publicitarias milagrosamente salvadoras, repetidas fastidiosamente por representantes de la maltrecha organización contrarrevolucionaria (MUD).
Mientras el pueblo confía en sí mismo, en la MUD nadie confía en nadie, mucho menos en su capacidad de liderizar ni siquiera a sus propias bases. Por eso se fueron al exterior, desesperados, a mover los tentáculos del injerencismo y lo lograron: CNN en campaña de guerra contra Venezuela; el Departamento del Tesoro monta una patraña contra nuestro compañero Tareck El Aissami, Vicepresidente de la República para alimentar el falso positivo de un narco Estado; otra foto pavosa en la Casa Blanca; el apoyo de la dictadura brasileña a la auto extinguida Asamblea Nacional y pare usted de contar.
Los burgueses desprecian a los pueblos. Por eso los pueblos con conciencia, como nosotros, no creen en sus pajaritos preñados “de malas intenciones”. Eso los enloquece, llevándolos a peligrosas aventuras. No debemos banalizar las amenazas contenidas en las últimas acciones imperiales.
Mientras tanto, el pueblo sigue desde abajo forjándose en medio de las dificultades, organizándose para defender su poder frente a las élites y cogollos de cualquier signo, tomando la calle con la canción necesaria como lo han hecho los compañeros y compañeras agrupados en la organización “Uncanto” ( @uncantoria ).
Con Alí Primera seguimos creyendo que “La esperanza no mata al pueblo, pero tampoco lo salva, lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma”.