«Ahora, eso sí, ahí en Covencaucho hay cauchos nuevos, pero yo no puedo pagar un millón quinientos (Bs.1.500.000) por cada caucho. Y necesito seis»…
5:00 am
La situación está tan difícil para Jesús, transportista humilde, que ya el costo del pasaje no le da para comprar los repuestos de su unidad. Y casi que no le da para vivir. Cada vez que se accidenta tiene que recurrir a su imaginación, a caminar por aquí y por allá para buscar rebajas o repuestos usados, que igual están muy caros.
Recientemente, el autobús de Jesús perdió un caucho. «Coño, vale, se me fue ‘de tiro’ y venía cargado de pasajeros», le contó a Luis, compañero de trabajo. «Y yo sin caucho de repuesto; tuve que rodar con el caucho espichado hasta una cauchera para tratar de salvar lo que le quedaba de vida (al caucho)», explicó. «En realidad, el muchacho hizo lo que pudo; déjame ver cómo voy a hacer para comprar una ‘chiva’, porque un caucho nuevo está incomprable», comentó. Y Luis, sabedor de la situación, asintió con la cabeza, casi que condoliéndose del dolor de su amigo. «Es que todo está demasiado caro; un caucho gastado, una ‘chiva’ más o menos, no baja de 150 mil bolívares», recordó. «Ahora, eso sí, ahí en Covencaucho hay cauchos nuevos, pero yo no puedo pagar un millón quinientos (Bs.1.500.000) por cada uno. Y necesito seis», se lamentó. «¿Y qué pasó con la segunda esa que te estaban haciendo?, preguntó Luis. «No, chico, cuál segunda. Olvídate de la proveeduría; yo nunca he sido beneficiado con nada de eso».
Luis siguió asintiendo. Hace poco tuvo que vender su autobús porque nunca consiguió los recursos para repararlo del todo. Al final cedió. «¿Qué se le va a hacer?», le comentó a su hija, quien lo visitó una tarde de estas.
3:00 pm
Recientemente, Juana se encontraba haciendo una cola para sacar dinero de un cajero automático. Ahí, casi durmiéndose, escuchó a una joven madre compartiendo un buen chisme con una de sus hijas (porque le decía hija).
«Voy a tener que sacar a Ana Luisa del liceo, vale, ya no me hace caso, no sé qué hace, me dice que va a hacer algo y cuando le pregunto, resulta que hizo otra cosa», comentó la señora. «Bueno, mamá toma una decisión, sácala de ahí e inscríbela en un liceo más cercano», le recomendó la joven. «Si, ya estoy decidida, la voy a inscribir pronto, lo más rápido que pueda, en el Carmen Capriles», contestó, sin percartarse que el nombre correcto de la institución es Carmen Cabriles. Ninguna de ellas se dio cuenta. Juana sí.
9:00 pm
Todas las noches son un calvario para Jesús. Llega contando la plata, hace como mono para tratar de rendir los churupos. Saca para una tetica de café y una de azúcar. Al final siempre se da cuenta que le hace falta medio para completar un real, como siempre le decía su mamá.
Aún así nunca baja la guardia. Ahorita el autobús anda con seis chivas. «Lástima que tampoco se consigue Plagatox, porque si no yo me compraba una caja para evitar que los zancudos me piquen los cauchos y me dejen en la calle». Aún con toda la adversidad, el hombre se atreve a hacer un chiste, aunque sea malo. Pero ríe igual.
«Si, ya estoy decidida, la voy a inscribir pronto, lo más rápido que pueda, en el Carmen Capriles»…
Edwar Sarmiento