Nosotros como pueblo no hemos aceptado nunca que en nombre de glorias pasadas, nuevos cogollos se crean con el derecho a ejercer el poder absoluto y a justificar sus odiosos privilegios
Elías Jaua Miano.
Prohibido olvidar decimos cuando rememoramos la brutal masacre con que fue respondida la rebelión popular del 27 de febrero de 1989.
Sin embargo, es importante que tampoco se nos olviden nunca las causas de la ira popular, que no solo estuvieron en el ámbito de las necesidades materiales, sino también en la profunda indignación frente a la desigualdad, indolencia, atropello, abuso del poder y la exhibición de los odiosos privilegios de los cogollos políticos y empresariales, expresados en el abuso policial diario, en la ausencia de justicia legal que protegiera al pueblo trabajador; en la publicación impúdica de las fotos de las suntuosas bodas y fiestas de altos dirigentes políticos, generales y burgueses; en los discursos vacíos en defensa de una “democracia” de la cual el pueblo no era protagonista y en el uso desfachatado de las instituciones del Estado al antojo de intereses personales o grupales.
Que no se nos olvide que nosotros como pueblo no hemos aceptado nunca que en nombre de glorias pasadas, nuevos cogollos se crean con el derecho a ejercer el poder absoluto y a justificar sus odiosos privilegios. Allí está la historia, la rebelión popular de 1814 contra el mantuanaje republicano; la rebelión de 1846 contra los autotraicionados héroes de la independencia; la rebelión de los andinos, de 1898, contra los caudillos del viejo liberalismo; la rebelión de 1936 contra el gomecismo “pacificador”; la rebelión del 23 de enero de 1958 contra el perejimenismo “desarrollista” y la rebelión del 27 de febrero de 1989 contra los “padres de la democracia”.
Que no se nos olvide, como cantaba Alí Primera, que el pueblo venezolano “es como un cuero seco, si lo pisan por un lado, por el otro se levanta”.
Honor y gloria al pueblo rebelde del 27F y de siempre. La patria sigue llorando a sus hijos e hijas.