El trigo, el maíz, el arroz y la mayor parte de los frutales se han modificado tanto después de siglos de domesticación, que para desarrollarse tienen que contar con la constante ayuda del hombre
La actividad agrícola es, básicamente, el reemplazo de un ecosistema natural por otro manejado por el hombre (el llamado agroecosistema) y dirigido a obtener una producción específica. Para lograr eso, el hombre debe “forzar” los elementos naturales para evitar lo que no necesita (los elementos ecosistémicos que no usa) y potenciar los que sí necesita. En este proceso va generando una serie de efectos sobre el ambiente, algunos cíclicos, de corto plazo y repetidos (por ejemplo, la remoción de suelos relacionada con el cultivo de especies anuales), otros de mediano plazo y acumulativos (el uso repetido de agroquímicos) y finalmente otros de largo plazo y gran escala (las quemazones relacionadas a la deforestación).
El primer impacto importante que genera la agricultura es la “neutralización” del ecosistema ya existente (que posiblemente ya haya sido una versión muy modificada del original), mediante su eliminación lisa y llana (si se trata de la agricultura) o su modificación (si lo es para la ganadería). Los primeros elementos impactados son, entonces, la vegetación y la fauna. El impacto sobre la vegetación ha sido de suma importancia, teniendo en cuenta que debido a su extensividad, la agricultura es la actividad humana que mayor crecimiento territorial ha tenido en los últimos 10.000 años. En ese lapso, y fundamentalmente para darse lugar, ha eliminado el 35 % de los bosques templados del mundo, el 25 % de los bosques y sabanas subtropicales y el 6 % de los bosques tropicales. Este impacto sobre la vegetación fue paralelo a otro sobre la fauna, al destruir su hábitat.
Una vez eliminado o controlado el ecosistema ya existente, la agricultura genera la introducción de especies vegetales y animales que en la gran mayoría de los casos no son originarias del lugar. Tienen sobre las especies locales la ventaja de la alta productividad, pero corren con una fuerte desventaja: su falta de adaptación al ambiente local, lo que incluye su relativa debilidad frente a las especies del lugar, nativas o ya adaptadas. El hombre denomina “plaga” a todo agente biológico que compita con sus productos vegetales y más específicamente “maleza” a toda especie vegetal y “peste” a los animales que tengan esta mala costumbre, aunque a veces estas sean especies foráneas altamente adaptadas.
A veces las especies vegetales introducidas para la agricultura también se adaptan al nuevo ambiente e incluso se reproducen sin ayuda del hombre. Pero ese no es el caso de las más productivas; el trigo, el maíz, el arroz y la mayor parte de los frutales se han modificado tanto después de siglos de domesticación, que para desarrollarse tienen que contar con la constante ayuda del hombre.
Néstor M. Cegarra P
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV