EL CAIRO. El presidente de Egipto, Mohamed Mursi, se reunía el lunes con el Consejo Supremo de Justicia para tratar de resolver la crisis más grave desde su elección, en la víspera de manifestaciones rivales de partidarios y adversarios de los plenos poderes de Estado que se adjudicó.
Aunque el mandatario reiteró que esas medidas eran provisorias, el ministro de Justicia, Ahmed Mekki, sugirió que Mursi estaba dispuesto a restringir el ámbito de sus decisiones que escapan a todo recurso ante la justicia, para calmar la rebelión de los magistrados y la cólera de la oposición.
Pequeños grupos de opositores a Mursi pasaron nuevamente la noche en la Plaza Tahrir de El Cairo, donde desde el viernes se hiergue una aldea de carpas.
«Prohibido a los Hermanos Musulmanes», la organización islamista de la cual surgió Mursi, proclamaba una pancarta desplegada cerca de la plaza, a la entrada de una calle donde los últimos días se registraron enfrentamientos entre policías y manifestantes.
Para el martes se ha convocado a grandes manifestaciones competidoras. La oposición laica y liberal se reunirá en la Plaza Tahrir, lugar emblemático de la revuelta que provocó la partida del ex presidente Hosni Mubarak, en febrero de 2011. Los islamistas decidieron congregarse a poca distancia de la Universidad de El Cairo, en el barrio de Guizeh, en la otra orilla del Nilo.
La crisis fue desencadenada por el anuncio el jueves de que Mursi se atribuía poderes reforzados, que en los hechos impiden toda demanda ante la justicia contra sus decisiones.
El presidente también se adjudicó el derecho de tomar todas las disposiciones que considere necesarias para «la defensa de la revolución», una formulación vaga que, según sus adversarios, abre el camino a una desviación dictatorial.