Las alertas se encienden en los mercados mundiales por las dudas de Venezuela en los próximos pagos de su deuda externa
En los medios internacionales, sobre todo en aquellos dedicados a la sección económica, se tiene como tendencia darle seguimiento a las condiciones del mercado de bonos de deuda pública, sus cotizaciones y condiciones, y muestran con bastante precisión las posibilidades de impago o, como mejor es conocido, de default.
El default financiero consiste en la imposibilidad de cancelar los compromisos y obligaciones adquiridos por la emisión de un bono en el mercado bursátil internacional. Las formas en las cuales una entidad se endeuda son varias, y su diversidad ha aumentado en los últimos 20 años, con los llamados derivados financieros, pero en términos generales, la forma más usada es la emisión de bonos y acciones. Cada uno de estos instrumentos tienen condiciones de reembolso tanto de su rentabilidad como el retorno del capital prestado. Por ejemplo, un bono debe pagar al tenedor 5 % anual por el préstamo, y adicionalmente debe hacer amortizaciones del capital solicitado. El pago de una Tarjeta de Crédito es una muestra de este funcionamiento.
Pero cuando un agente no puede hacer frente a sus obligaciones, se enfrenta a dos posibilidades: declararse en default y pasar a renegociar con su acreedor con condiciones más onerosas o, declararse en banca rota para que el acreedor pueda descontar su deuda con la liquidación del patrimonio del deudor.
En el caso de las deudas nacionales externas, la posibilidad se reduce a la renegociación. Debido a que un país no puede caer en banca rota, la opción para un gobierno es tratar con sus acreedores nuevas formas de pago, con unas condiciones que suelen ser más difíciles para el deudor, y que garantiza el pago final de lo adeudado.
Muchos casos recientes hemos visto en la historia económica mundial. Quizás los más sonados son el caso de Argentina, (y el cobro compulsivo por parte de los acreedores golondrinas) y el caso de Grecia, con las duras condiciones de la llamada Troika, conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. En ambos casos, los países sufrieron profundas crisis económicas, y el camino para el crecimiento económico fue difícil para honrar, a la vez, tanto a los acreedores como a las necesidades fundamentales de la sociedad.
Las alertas se encienden en los mercados mundiales por las dudas de Venezuela en los próximos pagos de su deuda externa, que ha crecido enormemente en los últimos 10 años. El cobro compulsivo y obligatorio no parece ser el escenario más probable para el Estado, pero las probabilidades de negociación de condiciones más duras surgen como alternativa para la cancelación de montos de más de 5 mil millones de dólares, casi la mitad de las reservas internacionales del país.
Luis Angarita
@luisangaritaeei
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV