Antes que hablar o aceptar la tesis de país en crisis que es la narrativa del imperialismo y de la élite burguesa parasitaria y antipatriótica, hay que asumir la realidad de la guerra no convencional que se nos ha impuesto
En la Venezuela contemporánea, los distintos analistas, a la hora de abordar la causa, principalísima, de la compleja situación que vivimos los venezolanos, generalmente se ubican en dos referentes analíticos contrapuestos; por un lado, están quienes, desde una perspectiva opositora, consideran que el país está sumergido en una profunda crisis generada, según ese particular punto de vista, por las desacertadas políticas desarrolladas en los 18 años de gobierno bolivariano; y por el otro quienes se identifican con los fines y propósitos que animan al proceso revolucionario chavista bolivariano, incluido quien suscribe este escrito, quienes asumen que la patria venezolana está sometida a una premeditada situación de guerra, de guerra no convencional, destinada a socavar las bases de la institucionalidad y de la vida social del país, con miras a generar un ambiente de caos, que les permita, a los sectores que históricamente lo venían usufructuando, asaltar el poder político, para así retomar las ingentes riquezas nacionales con la voracidad a la que estaban acostumbrados durante el período cuarto republicano.
Dos narrativas
Evidentemente que son narrativas contrapuestas; para los opositores, las calificadas por ellos como desacertadas políticas gubernamentales expresan el fracaso del modelo que ha venido impulsando el chavismo, modelo que ha sumergido, según sostienen, a la sociedad venezolana en una profunda crisis que se manifiesta en la situación económico-social que padecemos los venezolanos (desabastecimiento de alimentos y medicinas, sofocantes colas en procura de provisión de productos, altísima inflación, desatención en salud, angustiante inseguridad, crecimiento de la pobreza, etc.) y que patentizaría la necesidad de declaratoria de una crisis humanitaria, en la inexistencia de autonomía de poderes, en el desconocimiento a la Asamblea Nacional, en las limitaciones a la libertad de expresión, en la existencia de presos políticos, en la extendida corrupción, en el despilfarro de recursos económicos y financieros, en una desacertada política petrolera, en el aislamiento internacional, en una innecesaria confrontación con el gobierno estadounidense, etc. En fin, en todo un compendio de políticas erráticas, vicios y fallas configurado en un alarmante cuadro de autoritarismo, con el que se negaría de paso la salida electoral y que, por tanto, según los más exaltados voceros opositores, permite caracterizar al régimen como dictatorial, frente al cual estaría justificado y planteado su derrocamiento por cualquier vía.
No convencional
Pero, está claro, este enfoque no es más que una lectura ideologizada, de suyo, encubridora de la realidad, con la que se pretende emboscar el único experimento auténticamente democrático y humanista que se ha desarrollado en nuestro país en toda su historia republicana, contenido en el proyecto político revolucionario liderado y concebido por Hugo Chávez y que, naturalmente, está sujeto a ser perfectible como todo acto adelantado por el ser humano, estando centrado, ciertamente, en la concepción filosófica y científica del socialismo, del Socialismo del Siglo XXI, como alternativa al capitalismo monopolista, neoliberal, depredador e imperialista que, en su afán desmedido de ganancia, conduce al mundo hacia una hecatombe, en la que, como es evidente, está en peligro la existencia del planeta Tierra y de la especie humana.
Desde el primer momento, cuando con Chávez se inicia el redentor período bolivariano, orientado a dignificar a nuestro pueblo, a defender las riquezas y a rescatar la soberanía nacional, los sectores que lo adversan -el imperialismo y la burguesía parasitaria, los privilegiados de siempre y quienes le sirven de sostén, los tradicionales políticos oportunistas, la jerarquía eclesiástica, la cúpula mediática, etc.- lo sometieron a un acoso implacable, intentando doblegarlo por vías legales e ilegales, haciendo uso de diversos dispositivos desestabilizadores.
Y que, ahora, a partir de la siembra de Chávez, en estos 4 años de gobierno de Nicolás Maduro, han arreciado, desarrollando una solapada pero inclemente guerra no declarada, no convencional, de similar factura a la que el imperialismo estadounidense ha instrumentado, como primera fase, contra aquellos pueblos y gobiernos que no se doblegan a sus viles intereses, para luego proceder, según las circunstancias, con la fase de la intervención directa, tal cual como lo evidencia la destrucción que han provocado en Yugoeslavia, Afganistán, Irak, Libia, Somalia y actualmente en Siria.
Hidra
Por ello, antes que hablar o aceptar la tesis de país en crisis que es la narrativa del imperialismo y de la élite burguesa parasitaria y antipatriótica, hay que asumir la realidad de la guerra no convencional que se nos ha impuesto, manifestándose, como hidra de mil cabezas, de múltiples maneras.
Entender que la escasez de productos, alimentos y medicinas, el saboteo de la producción, las martirizadoras colas, la angustiante especulación inductora de la bestial inflación, los alarmantes rumores propagados por los medios y redes sociales, la persistente y tergiversadora campaña mediática transnacional, la presión internacional aupada por los perros falderos del imperialismo estadounidense, el amago de aplicación de la carta democrática de la OEA, la caída de los precios petroleros, la declaratoria de nuestro país como una amenaza a la seguridad exterior de los EE.UU., el haz de bases militares yanquis alrededor de Venezuela, la “preocupación” de Trump por la situación del país, etc., y, naturalmente, la acción desestabilizadora que los opositores realizan, día a día, al interior de la nación, no son más que parte de un libreto ya aplicado y ya padecido por pueblos en otras latitudes.
Frente a este cuadro no nos queda otra que continuar resistiendo, teniendo siempre presente la consigna que nos legó Chávez en su última alocución al país: unidad, lucha, batalla y victoria. No pasarán.
COLUMNA NOTAS PARALELAS / Miguel ugas