Las ventas de electrodomésticos, ropa, calzado o cualquier otro tipo de producto ha bajado, las escapadas los fines de semana a la playa, Mérida, Los Roques y Margarita también han disminuido y ni se diga de las mega-rumbas con parrilla, que igualmente son menos
Hay quienes consideran que el bajón del 36 % en las últimas dos semanas del dólar paralelo es un alegrón de tísico. Sin embargo, pienso que no es así. Más allá de las explicaciones que ofrecen los economistas, hay un elemento fundamental para que el billete gringo siga bajando o por lo menos no se dispare a los 8 mil bolívares para el mes de diciembre, como lo prevén los especialistas. Me explico: ellos dice que “…esa caída es atribuida a múltiples factores: a una falta de liquidez de efectivo en el país, el pago del impuesto sobre la renta (Islr), baja demanda de los “verdes” e, incluso, nerviosismo ante los próximos anuncios en materia cambiaria que podría decretar en los próximos días el presidente Nicolás Maduro, el crecimiento de los precios en el mercado vinculado a ese dólar subieron muy rápidamente, se quintuplicaron, y la demanda cayó. Es un problema vender esos productos ahora”, dijo, esta semana, el presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León (www.aporrea.org/economia/n305753.html).
Y ese es el punto, el problema es vender esos productos y que lo haya dicho el dueño de la firma en referencia tiene una connotación particular en el comportamiento del consumidor, que se debate entre adquirir los bienes de la cesta básica de manera “bachaquiá” o comprar cosas que quiere pero que no necesita.
Desde el inicio la ‘guerra económica’, que a mi juicio comenzó en el año 2000 con el decreto número 8 firmado por el entonces presidente de Colombia: Álvaro Uribe Vélez y respaldado por las políticas intervencionistas del gobierno de los Estados Unidos para la época, de George W. Bush, los venezolanos hemos sorteado todo tipo de arremetida contra el presupuesto familiar, no en vano 17 años después hemos entendido que ser un comprador compulsivo o un diestro bebedor, no deja ganancia ni genera estatus social. Recuerdo cuando el paro cínico de diciembre del 2002 y enero del 2003, que la hoy fallecida Coordinadora Democrática describió como cívico; los comerciantes y empresarios se hicieron -con dólares preferenciales- de cuanta mercancía referida a la Navidad y reyes magos pudieron, y por supuesto que con el transcurrir del tiempo vendieron todo eso, pero la cosa es que los años han pasado y el poder popular ha madurado.
Como consecuencia, las ventas de electrodomésticos, ropa, calzado o cualquier otro tipo de producto ha bajado, las escapadas los fines de semana a la playa, Mérida, Los Roques, Margarita también han disminuido y no se diga de las mega-rumbas con parrilla, igualmente son menos; lo positivo de esa situación es que valoramos lo que compramos y segundo, nos empoderamos de la conciencia social, de esa conciencia de consumo que nos enseña o nos obliga, parafraseando a mi colega y amigo José Alejandro Brizuela, quien dice que al dinero como medio para hacernos de los bienes se le debe dar su justo valor. Así que aquellos que tenían su negocio con la compra-venta de dólares y enriquecerse, se les acabó la mantequilla, en especial los comerciantes y empresarios de maletín que ingresaban al mercado negro los dólares preferenciales que les daba el Estado para importar, lo que originaba una espiral inflacionaria y si no pregúntele a los dueños de las páginas: www.dolartoday.com o www.bolivarcucuta.com. Si la instauración de la conciencia de consumo crea molestia, frustración o arrechera en el poder popular, es porque no ha entendido el daño que produce el “kapital per sé” y claro está, no ha asimilado el discurso de nuestro comandante eterno: Hugo Chávez, ni del presidente Nicolás Maduro.
Cruz Mario Silva
aporrea.org