La Vinotinto, que sigue encajando goles de “camerino” increíbles, tuvo muy buenas pinceladas tras el lapidario 0-3 que consiguió Chile en poco más de 7 minutos de juego
¿Cuántas veces lo mismo? Habría que apelar a los estadísticos del fútbol para conocer las cifras de lo que viene siendo característica de la Vinotinto: ese despiste de los minutos iniciales que termina concediendo goles tempraneros que suelen cambiar la tónica prevista ante cualquier enfrentamiento. Dificil conseguir otro equipo con tan peculiar historia.
Frente a Chile no solo fueron cosas de “gol de camerino”. Pasaron muchos minutos para detener aquel temporal, que generó otras posibilidades acentuando un hecho conocido: la habilidad de los australes en el juego por las bandas y la debilidad criolla en ese sector, así como la falta de consistencia de conjunto para ponerle coto. Sin achacarlo solamente a una floja actuación de González o Feltscher, pues el caso imponía, desde el comienzo y por conocerse al adversario, un apoyo a los laterales dentro del trabajo colectivo. Que si se habló y no se cumplió solo lo conocen en el vestuario.
Esos 3 goles en 7 minutos, virtualmente, “acabaron con el partido”. Chile siguió dominando, a placer, y solo fue en la segunda parte cuando la Vinotinto reaccionó. Y se vieron cosas muy interesantes, solo que cualquier evaluación positiva está condicionada al hecho innegable de que, ante la ventaja, los locales bajaron el acelerador para administrarla, sin dejar de atacar. No debe olvidarse, al respecto, otras muy buenas ocasiones perdidas y el hecho de que el guardameta Faríñez fuera otra vez el más sobresaliente, cosa que rubricó deteniendo el penal castigado por Alexis Sánchez.
¿Que en el remate de Rincón la pelota picó adentro; que el juez “se comió” un penal?, ¿que a Murillo se le escaparon dos buenas oportunidades en la primera parte, frustradas por el meta Claudio Bravo? Cierto, pero “la cueca” puesta en escena por los chilenos en la primera parte y el evidente repliegue (posiciones, actitud) para proteger la ventaja, mediatiza el valor de las pinceladas de buen juego protagonizadas luego por el mismo Murillo, por Rondón, Otero, Peñaranda (¡si jugara a diario en Europa!) Rincón e incluso, aisladamente, Machís. Hasta el mismo Zambrano -de problemas defensivos importantes- metió un par de estiletes con profundidad.
Total, el balance sigue siendo negativo y el tránsito venezolano por la eliminatoria se refleja en el doble de goles recibidos (34-17), más de dos por encuentro en 14 fechas. La selección a futuro tiene mucho trabajo por delante, comenzando por superar esa fragilidad defensiva y aspecto táctico que, por ahora, solo muestra progresos en algunas sociedades al ataque, sin entrar a considerar las individualidades que están tomando el relevo. Ni volver sobre las dudas en torno a la conveniencia de seguir contando con Rosales y Vizcarrondo.
Son comentarios repetitivos, en verdad. Pero es que –con muy pocas diferencias- la Vinotinto que tanto interés concita sigue siendo “más de lo mismo”.
Armando Naranjo
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AFP / Claudio Reyes