Hola amigos: la Caucagua de mi infancia será la protagonista de los primeros pasos de este modesto escrito que si Dios quiere aparecerá todos los XXX , rememorando la fachada del viejo y para entonces Distrito Acevedo.
Después tocaremos otros espacios. Abro la ventana en la década de los 40; entonces yo era casi un bebé; pero con suficientes deseos de alcanzar la adolescencia. Y aquí comenzamos: ¿les parece ?…
MISAS DE AGUINALDO : el cura párroco era Augusto Laborem, quien muchos años mas tarde lo sería en la Iglesia catedral de la capital de la República. Las misas las organizaban los distintos sectores de la sociedad acevedense; así por ejemplo, el sector comercial, la Línea “La Encarnación, los maestros, etc.
Cada sector competía para una celebración de alto nivel. Entonces, a partir del 16 de cada diciembre y a las 4 de la madrugada la orquesta de la población entonaba sus notas por las principales calles, en medio de un friíto exquisito y quemando toda clase de fuegos artificiales, especialmente cohetes y cohetones.
Recordamos algunos músicos de la época, como Tomás Aquino Aponte ,quien tocaba magistralmente violín y saxo; Francisco Sosa, padre del abogado y administrador además de excelente amigo, Luis Enrique, Ramón, Armando e Hilda, en su compañera de vida, Sofía Avariano; Pablo Isabel Blanco, compañero marital de Lucida Vaamonde y padre de Lucilita, Dagoberto- quien llegó a ser presidente del Concejo Municipal del Distrito Zamora, en Guatire- Paulita Blanco, hoy de Virahonda, Alejandrina (Nina), quien casó y enviudó de Enrique Ruiz, Pablo Isabel, a quien todos conocían como “Tiíto” y Oswaldo. Por cierto que en la vida de Pablo Isabel estaba simultáneamente Brígida Urbina, madre de Freddy, Perucho y Mercedita.
La orquesta del pueblo recorría sus principales calles y muchos jóvenes aún adormitados se asomaban a las puertas de sus casas, saludaban y se incorporaban al paseo. Tres o cuatro muchachitos con bandejas en sus hombros ofrecían exquisitas empanadas de queso y carne mechada, que costaban una locha (12 céntimos y medio de bolívar) y arepitas fritas y dulces, sazonadas con anís, también al mismo precio y recién hechas por sus progenitoras.
A las 5 de la mañana entraban a la Iglesia y ya el sacerdote estaba revestido para comenzar la misa que era cantada por un gran coro de Hijas de María, bajo la dirección del prestigioso maestro Régulo Rico.
El oficio religioso era algo espectacular. Los oficios duraban exactamente 45 minutos al cabo de los cuales la gente salía al altosano a comer arepitas, empanadas y a beber chocolate y café recién hechos. Si Dios quiere, abra esta ventana la próxima semana…
Carlos Jaén Santana
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