Hola amigos: viajar de Caucagua a Caracas a finales de la década de los 40 y aún en los años 50 y un poco después -me imagino- resultaba complicado; pero a la vez divertido.
La gente llegaba con su maletica, su petaca o su bolsa frente a la Plaza Bolívar y diagonal a la Iglesia, donde se estacionaban los buses colectivos de una empresa guatireña denominada “El Amigo del Pueblo”; pagaba con un fuerte (bella moneda de plata de 5 bolívares ), recibía un real de vuelto ( 0,50 de Bolívar) y subía a su autobús color beige y azul y esperaba hasta cuando éste completara el cupo.
Generalmente las mujeres llevaban la cabeza protegida con una toalla y los hombres a su vez con sombreros de los llamados “pelo e´guama” ó sencillamente de pajilla que era el tradicional.
Una vez completado el cupo, el autobús arrancaba y el colector, responsable de cobrar el pasaje se sentaba en un banquito instalado en la esquina de la puerta trasera que siempre se mantenía abierta.
Algunos pasajeros se quedaban en los llamados puntos intermedios; pero antes de iniciar el recorrido el conductor hacía sonar el “claxon” ó la corneta de perilla que al ser accionada se escuchaba durisimo, para anunciar el despegue y además para que, pasajeros que se habían quedado rezagados comiendo alguna empanada y/o bebiéndose alguna Luky Club y ó colita Bambi, de la empresa “La Morena”, embotelladora de César José González, casado con mi madrina María Teresa González, hermana de un respetable comerciante caucaguense de nombre Gonzalo González.. Y comenzaba el recorrido hacia la capital…Vuelta y vuelta y…vamos a Caracas… la capital.
Media hora ó 40 minutos mas tarde, las innumerables curvas de la vía Chuspita anunciaban que se acercaban a esa población… Una parada para comprar chicharrón y casabe-
Después el autobús sigue subiendo y llega a Cupo y al resto de la zona rica en producción de mandarinas, por cierto jugosas y muy dulces.
La mayoría de los pasajeros dormía profundamente a pesar del ajetreo del desplazamiento por la cantidad de curvas y la polvareda levantada al paso de los vehículos de la vía contraria o los de adelante.. Después de 2 largas horas, aproximadamente, el colector anunciaba en voz alta: Guatire.
Entonces, muchos aprovechaban para estirar las cuerdas, sacudirse la polvareda recogida en al camino y unos que otros comerse otra empanadita, una arepa rellena de carne mechada, queso blanco ó perico que costaba cada una tres lochas (0,37/2 céntimos de bolívar) y hasta para entrar a los sanitarios de los modestos comercios, por alguna necesidad fisiológica.
Diez ó 15 minutos más tarde el autobús arrancaba, luego de que el conductor hiciera funcionar de nuevo el claxón… ¡A Caracas!… y continuaba el acceso, mientras mujeres y hombres de nuevo protegían sus cabezas con sombreros y paños, evitando así la inmensa polvareda… ¡A Caracas! Y allá van…en su peregrinar autobusero ; pero en la vía con menos curvas; aunque idéntica polvareda…Florecen los araguaneyes…amarillo oro color, como el de nuestro pabellón patrio y de las minas de Guayana, ahora desvastada… Los apamates, rememorando el morado de la sacra casaca del Nazareno de San Pablo… (pasada mañana lo recordaremos con su paso al inexorable calvario). Y los bucares, con el ocre ardiente de las hogueras. Una delicada cascada con agua cristalina para saciar la sed del campesino andante… y de lapas, chigüires y venados que enriquecen esta fauna barloventeña… Allá se divisa. Y vamos pa’Caracas, amigos.
Que bello este recorrido -dirían los adultos incapaces de conciliar el sueño en el trayecto- y los muchachos, como en mi caso, ansiosos porque llegaremos con nuestra abuelita Remigia Santana Nieves, nada más y nada menos, que a la capital de los Estados Unidos de Venezuela, hasta los alrededores de la plaza de toros “el Nuevo Circo”, donde entonces se lucían relevantes figuras de la “fiesta brava” -llamada así la lidia de toros- con la presentación de diestros como el “Diamante Negro”, Antonio Bievenida y los hermanos César, “Curro” y Efraín Girón. Además Pepe Dominguín, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, entre otros.
Este restante trayecto se hacía en menor tiempo; pero no dejaba de ser latoso aunque interesante debido al bellísimo panorama ofrecido por el exquisito verdor y la espesura montañosa, sobre todo en épocas como la actual.
El desplazamientos hacia Caracas no sólo lo hacían en estas unidades de transporte, sino también en los automóviles o “carritos por puesto” con 5 pasajeros, que dio origen a lo que hoy es la Línea La Encarnación y que eran operados por caucaguenses, muy queridos, como Juan Marrero, Francisco Suárez “Trementina”, “Chucho” Llamozas Fabián, los hermanos Manuel y Juan Fajardo, Vidal Palacios, Aníbal Ibarra y Luciano Mejías, entre otros. Entonces, el viaje a la “Sultana del Avila” se hacía desde los mismos sitios de salida y llegada.
Si Dios quiere, abra esta ventana la próxima semana.
Carlos Jaén Santana
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