Quienes en el pasado amaban las elecciones mucho más que Rómulo Betancourt y realizaban hasta dos por año, hoy les tienen pavor pues no ganan ni siquiera una elección de junta de condominio
Todo lo ocurrido recientemente en relación con Venezuela y su gobierno se veía venir. Ya desde la muerte del presidente Chávez dijimos que se produciría, tanto en el Gobierno como en la oposición de la MUD, una suerte de desintegración o descuadernamiento, como lo llama el amigo Federico Villanueva.
En su momento escribimos y señalamos que Chávez aglutinaba tanto a chavecos como a mudecos.
Si no hubiera muerto, la cohesión de ambos se habría mantenido por más tiempo, aunque al final, dadas las características negativas de su política para los intereses nacionales, la paulatina descomposición se habría producido.
De hecho, deslaves del chavecismo ya habían aparecido en vida del comandante-presidente, como le gustaba y ordenó que lo llamaran.
Las políticas infames del Gobierno en todos los órdenes, incluido el internacional, el robo descarado de los recursos de la nación y la decisión de permanecer en el poder incluso contra la voluntad del pueblo, nos han llevado a la situación de crisis en que nos encontramos, que no solo abarca el ámbito nacional sino que se extiende a las relaciones internacionales.
De tener un apoyo mayoritario en el continente americano, el gobierno ha pasado a ser una cada vez más insignificante minoría. Esto es principalmente su responsabilidad y de nadie más.
A lo interno también ha ocurrido, por lo que quienes en el pasado amaban las elecciones mucho más que Rómulo Betancourt y realizaban hasta dos por año, hoy les tienen pavor pues no ganan ni siquiera una elección de junta de condominio.
En la OEA, el cerco se cierra cada vez más, como siempre bajo la conducción imperial. Pese a todos los vaticinios izquierdistas latinoamericanos y nacionales, EE.UU. sigue comandando el hemisferio y la OEA sigue siendo su instrumento, mientras los foros internacionales más recientes (Unasur, Mercosur, Celac), aunque iniciativas regionales adecuadas que deben fortalecerse, carecen de la potencia económica y militar para ser independientes y representativos de una opción distinta.
Los últimos acontecimientos muestran claramente lo que venimos diciendo; demuestran además cómo el comportamiento tramposo no es solo de nuestro gobierno, sino que se extiende a gobiernos supuestamente muy serios.
Se convoca al Consejo Permanente de la OEA por las decisiones del TSJ denunciadas por la Fiscal.
El representante de Bolivia, país amigo del gobierno de Maduro y a quien acaba de pasar la presidencia del organismo, unilateralmente suspende la reunión solicitada por 20 países, cuando ya los mismos están a punto de sesionar, por ser la convocatoria “inconsulta”. La mayoría de los representantes decide sesionar valiéndose de otro artificio legal.
El Gobierno de Venezuela, que al interior de su país aplica artimañas de todo tipo, denuncia el “atropello” y lo califica de “golpe de Estado”, aunque es una decisión mayoritaria.
La mayoría sesiona y aprueba por consenso, con 4 abstenciones, otra resolución de presión al gobierno venezolano. Nada nuevo bajo el cielo.
Luis Fuenmayor Toro