El padre Enrique Parravano, obispo auxiliar de Caracas, recordó que «solo perdonándonos podemos vivir en paz», y oró por “tantas necesidades que no logramos satisfacer”
El análisis de las últimas palabras de Jesús en la cruz antes de morir, la tradicional prédica del Viernes Santo, el Sermón de las Siete Palabras, estuvo este año a cargo del obispo auxiliar de Caracas, Enrique Parravano, sacerdote salesiano que anima la vida espiritual del Este de la ciudad, en especial de la parroquia Petare.
Desde el púlpito de la Catedral de Caracas, el obispo llamó a encontrar una resonancia actual en las frases dichas por Jesús, e hizo especial énfasis en la importancia del perdón como un arma poderosa para ganar las batallas de la vida.
“El amor y el perdón son los rasgos principales de la vocación cristiana. El que odia a su hermano es un homicida”, dijo recordando las sagradas escrituras.
Al meditar la primera palabra: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», invitó a perdonar “a los que son de nuestro grupo y a los que no lo son, solo perdonándonos podemos vivir en paz. El perdón debe ser una acción permanente”. Recordó a las personas que mueren víctimas de la delincuencia y la violencia, las que fallecen por abandono o negligencia, o porque no tienen comida o medicina.
En la frase que Jesús dirige al buen ladrón (Hoy estarás conmigo en el paraíso), Parravano recordó que todos “necesitamos la misericordia y el perdón de Dios.
Los dos ladrones simbolizan a toda la humanidad. Y Cristo vino para reconciliarnos y salvarnos. El que se cree justo y autosuficiente no necesita de Dios.
Él está al lado del que sufre, del que lucha, del que cae y peca, siempre está con nosotros aunque no lo veamos”.
En esta parte de la prédica pidió a los fieles sentirse cerca de Jesús aun cuando sufran y cuando se sientan abatidos por la culpa y el pecado.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo», fue la oportunidad para orar por las madres que sufren por la muerte de sus hijos de diferentes formas: por la falta de trabajo, la corrupción, la enfermedad, la droga, la delincuencia.
“Muchas madres en nuestro país sienten una espada que les atraviesa el corazón cuando muere un hijo producto de la inseguridad, de forma violenta e injusta, olvidados en las cárceles, cuando sufren el hambre o mueren en los hospitales por falta de insumos. Viven y mueren sin que se haga justicia por ellos. Que el esfuerzo y el dolor no sea en vano, que el sufrimiento de tantas madres sea redentor”, dijo quien dentro de poco cumplirá un año como obispo auxiliar de Caracas.
En la cuarta palabra, “Dios mío, por qué me has abandonado», Parravano resaltó que a diario nos encontramos con este grito de Jesús en medio de la violencia, por la falta de conciencia entre los venezolanos, porque se pierde la esperanza en un futuro mejor.
“La situación actual es un reto y un llamado para los cristianos, para que el odio no se apodere de nuestro corazón. Dios perfecciona su poder en medio de nuestra debilidad. En medio de tu angustia, espera y mira a Cristo, pasará la tormenta y se calmará la tempestad”.
Al referirse a la quinta palabra «Tengo sed», el sacerdote pidió por los que están sedientos de verdad, justicia, de amor, de libertad, de seguridad, de prosperidad. “Es la sed de los pobres y marginados, de los enfermos de sida y cáncer, de los desempleados, de los que están privados de libertad a veces sin saber por qué o esperando una sentencia que no llega, de los niños de la calle, los indigentes, los ancianos abandonados”.
«Todo está cumplido», fue la sexta frase y en esta parte de la meditación el obispo dijo a los creyentes que el plan de Dios no se ha realizado por completo, pues cada uno debe cumplir con la misión que le corresponde: «es necesario no claudicar, cumplir con la voluntad de Dios en nuestra vida. Cuando la sociedad nos diga que no hay oportunidades diremos que sí, porque el Señor está con nosotros. Él nos anima a ser valientes, a buscar y luchar por las oportunidades. Las armas del amor son el perdón y la misericordia”.
El obispo auxiliar de Caracas dijo que la séptima palabra: «En tus manos encomiendo mi espíritu», es una oportunidad para reflexionar sobre la muerte. “La gran realidad del ser humano, el destino común universal. La vida no termina, se transforma. Unos dejamos el puesto a otros. La muerte no es el final del camino, el aniquilamiento del ser o la reducción a la nada. La muerte es misterio de resurrección y de vida. Y la muerte es lo que ocurre cuando nos separamos de Dios”.