Se ha producido un cambio en sectores de la centroizquierda y se ha creado una mentalidad de aceptación, como una fatalidad, de la pertenencia al dispositivo geopolítico de Washington
Nada de particular tiene que Tabaré Vásquez y que una organización como el Frente Amplio de Uruguay estén en desacuerdo con las políticas públicas del gobierno venezolano y que sean críticos del desempeño en la gestión del gobierno de Nicolás Maduro. La escasez y la inflación son innegables. Incluso es natural que se inquieten porque no se haya realizado la elección de gobernadores o por la disputa entre el Poder Legislativo y los otros poderes. Por lo demás, el modelo económico y político que guía al gobierno venezolano es distinto al del Frente, aunque ambos se ubican en el campo progresista.
Se trata de desacuerdos por visiones distintas y por las particularidades de cada proceso nacional. Ante otras situaciones en el continente también han expresado sus cuestionamientos, como en relación a Cuba, a la que impugnan la ausencia de democracia representativa, que no haya separación de poderes y que su sistema económico no sea de propiedad privada. También se conocen diferencias de menor monta, como aquellas expresadas por Pepe Mujica en relación a Cristina Kirchner.
Sin embargo, hasta el momento el campo progresista latinoamericano coincidía en elementos comunes axiomáticos: la integración, la defensa de la soberanía y el rechazo a la intervención extranjera. El hecho novedoso es que con motivo de la discusión sobre Venezuela el gobierno uruguayo haya roto con esa base común principista y haya participado en un movimiento -promovido por factores del gobierno estadounidense- de injerencia en los asuntos internos de un país de Latinoamérica.
La realidad es que gradualmente se ha producido un cambio en sectores de la centroizquierda y se ha creado una mentalidad de aceptación, como una fatalidad, de la pertenencia al dispositivo geopolítico de Washington. Esa mentalidad no privaba hace unos años, cuando se rechazó el Alca. La actitud de Uruguay es el síntoma de la involución en curso.
Y con el mismo razonamiento sobre la democracia y derechos humanos pudiera llegarse, en lo político, a que Montevideo en un futuro vote a favor de una injerencia internacional en Cuba. Aunque en materia comercial es probable que no dé nunca el paso de excluir a Venezuela de Mercosur ni de votar a favor del bloqueo a Cuba en la ONU. Sería el límite de lo absurdo.
Leopoldo Puchi