La OEA reaccionó tras el triunfo y avance de la revolución venezolana y el avance del bolivarianismo en Suramérica y el Caribe, expresado en nuevos gobiernos y en grupos de base, populares y revolucionarios
La OEA es manejada por corporaciones. Por eso, desde su creación, fue un error aceptar que su sede quedara en EE.UU., ya que la parte geográfica juega un control y presiona sobre las regiones circundantes a sus áreas de control. Por eso la libertad e independencia que en algunos casos pensaron quedara sellada por sus representantes, lo que hizo fue cumplir las desilusiones de muchos.
En mi interpretación desde los hechos de Panamá en diciembre de 1989 cuando la invasión y derrocamiento de Manuel A. Noriega, la OEA se reafirmaba como un organismo en congelamiento. El desprecio de sectores y gobiernos llevó a saber de su desprestigio. Nada se hizo y muy al contrario, muchos reafirmaban que con sus indulgencias y protecciones no contarían.
Así entró la OEA a los años 90 y el nuevo Siglo XXI. Pero ya en este siglo, recobró su papel, más declarativo, participativo y amenazante. ¿Por qué esta situación? La OEA reaccionó tras el triunfo y avance de la revolución venezolana y el avance del bolivarianismo en Suramérica y el Caribe, expresado en nuevos gobiernos y en grupos de base, populares y revolucionarios.
Intervinieron reclamando a las prácticas y modelos de estas organizaciones y gobiernos, los cuales no eran vistos de buena manera desde Norteamérica y poco a poco fueron engrandeciendo su poder después de los sucesos en los cuales triunfó el regreso de Cuba y la dura crítica que quebró la autonomía pasada de esta organización, donde hasta perdón le hicieron pedir por su comportamiento de décadas en contra de la mayor de las Antillas.
A partir de allí se habló de una nueva política en el seno de este organismo, cosa que no sería aceptada por Norteamérica ni por el país más agazapado de esta organización, como lo es Canadá.
En mi opinión, los radicales no son Argentina, Uruguay, Colombia, Brasil o México, no, ellos solo representan el «castillo del odio», el cual cuando cumpla su papel, se derrumbará, y prueba de esto es el caso de Brasil. ¿Se derrumba o no Brasil? Veamos el enorme paro general en el cual están participando más de 40 millones de brasileros.
México. Lo de esta nación es aún mucho más asqueante. México está a punto de ser intervenida por sus mismos habitantes y sancionada por muchas organizaciones mundiales. México, con el modelo actual, ya no le sirve más al capitalismo. Por eso su descarado Estado y gobierno echan el resto por congraciarse con las últimas oportunidades del imperio.
Las violaciones a los derechos humanos superaron en horror a las del Estado Islámico -que ya es mucho decir- y las fosas comunes aparecen hasta en los jardines del Palacio Nacional. Por eso el gobierno mexicano se las tiene que jugar en contra de Venezuela y todo para evitar sanciones que ya se le abren las puertas. En vez de hacerse al menos los bravos en contra del nuevo muro que les impuso EE.UU. se hacen los bravucones en contra de nuestro país.
En medio de todo esto, por eso no es difícil abandonar la OEA, hay que cumplir con un protocolo que ahora parece ser de millones de dólares (más de 8 millones de la moneda norteamericana).
Pero varios de los países OEA ven estratégico que Venezuela renuncie a aquella membresía, puesto que su prolongada permanencia realmente va tener como consecuencia la aplicación de la amenazante Carta Democrática y posterior a esto, vendría el derrocamiento de otras naciones, como El Salvador, Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
Esta decisión se hizo muy dura porque nosotros no nos despedimos de ese organismo antes de que todo esto sucediera. Digo esto porque Hugo Chávez fue el más visionario al crear la Unasur y la Celac. Y en esos organismos debemos replantear las nuevas relaciones internacionales, las cuales sabe el mundo actual se están escribiendo necesariamente por todo nuestro contexto desde esta región de América Latina y el Caribe.
La OEA no vale un naipe del actual suburbio internacional. La OEA es el descrédito y como un burdel en decadencia va hacer que Venezuela junto a otros países desplieguen nuevas relaciones internacionales.
Miguel Jaimes
aporrea.org