Un sector significativo de la sociedad mantiene una posición expectante tanto con relación al planteamiento constituyente que busca la transformación del Estado como con relación al propósito que anima a la radicalizada oposición venezolana
La convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) formulada por el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, ha producido, como tenía que ser, un impacto notable en el escenario político venezolano. Así, quienes apoyan el proceso bolivariano como quienes lo objetan han sido tocados por la iniciativa política del Jefe del Estado. Unos, por supuesto, para asumirla e impulsarla con mucho fervor; y otros para rechazarla, también, con denodada pasión.
Pero, así mismo, habría que destacar que un sector significativo de la sociedad mantiene una posición expectante tanto con relación al planteamiento constituyente que busca la transformación del Estado como con relación al propósito que anima a la radicalizada oposición venezolana en su afán de retomar, por cualquier vía, el control de la nación.
Fuerzas contrapuestas
Mientras en la Constituyente del año 1999, en la cual el cuadro político lucía abiertamente polarizado en torno a dos fuerzas contrapuestas que, si bien pugnaban por imponer su respectivo modelo de país, ambas concurrían democráticamente al escenario constituyentista; en esta oportunidad, en cambio, hay dos políticas en la calle, al igual que ayer, con motivaciones y propósitos absolutamente diferenciados, pero sin un cauce que permita canalizar políticamente esas diferencias. Como es evidente, una propende a la paz social y otra se alimenta, irresponsablemente, en la violencia.
En estos momentos, en los que la derecha opositora, una vez más, se cierra a toda posibilidad de diálogo, potenciando la insurrección contrarrevolucionaria, sin parar mientes, en el abismo de la guerra civil en la que pretende colocar al pueblo venezolano; la dirigencia chavista, encabezada por el presidente Maduro, por el contrario, instrumenta la iniciativa política de la ANC, fórmula inequívoca para abrirle espacio al debate, al diálogo, a la confrontación, pero, de las ideas, es decir, pensando, como siempre, en la necesidad de defender y preservar la paz social, tal cual, como ha acontecido desde la llegada de Chávez al poder.
Recolonización
Esta derecha venezolana, de reconocida naturaleza borbónica, que no olvida ni aprende, apuntalada en la guerra no convencional que el imperialismo, con sus factores de poder y agencias desestabilizadoras, ha venido instrumentando en contra del gobierno bolivariano; acicateada en la desprestigiada OEA, que propicia, con su más aún desprestigiado secretario general, Luis Almagro al frente, una virtual intervención; y, acuñada en la guerra económica, mediática y psicológica que la burguesía apátrida local tiene desatada en contra del pueblo venezolano; calcula que, ahora sí, les ha llegado el esperado momento de apoderarse del poder político y con ello desarrollar el programa neoliberal, entreguista y apátrida que tan celosamente han tenido guardado tras sus espaldas, pensando que, en esas circunstancias, pasarían a poner en práctica la prefigurada y vergonzosa etapa de recolonización de la nación venezolana.
Por ello se niegan al diálogo con el gobierno bolivariano y a aceptar las elecciones de gobernadores, las mismas que hace unos meses pedían a gritos; por ello su resistencia a participar en la ANC, que es el espacio más idóneo para hacer escuchar sus puntos de vista. Y, por el contrario, levantan como bandera los mismos argumentos que maneja el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que al expresar su reiterada “preocupación” por la situación de Venezuela, plantea como solución a la misma “libertad para los presos políticos, acordar la ayuda humanitaria y elecciones generales ya”, sintonía tal que no hace sino dejar en evidencia el vulgar monitoreo que el gobierno imperialista ejerce sobre la derecha opositora.
Ingobernabilidad
En esa controversial política, partiendo que en cuestión de poco tiempo van a alzarse con el poder, han desatado una virulenta campaña de neto corte fascista destinada a generar ingobernabilidad, que ya arroja un lamentable saldo de más de treinta ciudadanos fallecidos, (algunos de ellos manifestantes opositores victimados por los mercenarios que han contratado para tales efectos), más de mil lesionados, muchos de gravedad, cuantiosas pérdidas materiales, afectación del patrimonio público, saqueos a pequeños y medianos comercios, implantación de las fracasadas guarimbas con las que cercenan derechos a la ciudadanía, como al libre tránsito, al estudio, al trabajo, al servicio de salud, etc., acoso a funcionarios gubernamentales y a representaciones diplomáticas venezolanas en el exterior, y acciones sistemáticas de calle con la intención de plantarle cerco a instituciones fundamentales del país.
En fin, la idea es afectar la vida cotidiana, sembrar el caos y el terror, hacer uso de prácticas de coprofagias, desnaturalizar la protesta con la participación de niños, vulgarizarla con el montaje de desnudos de hombres y mujeres, creando condiciones que puedan llamar la atención de la opinión pública mundial y de esta forma propiciar y justificar cualquier acción injerencista del imperialismo y de su acólita derecha internacional. Proyectar la sensación de que Venezuela está sumergida en el caos más cuestionable, cuya superación será posible con el espejismo de la acción salvadora de la triple alianza conformada por la MUD-Fedecámaras-jerarquía eclesiástica, naturalmente, bajo el manto protector imperial. Sin dudas es el camino de la guerra fratricida.
Política incluyente
Frente a esta descocada política que a ojos vistos no tiene la aprobación de la inmensa mayoría de la población del país, que, por el contrario, rechaza la violencia, que no quiere guerra civil, que ha entendido la trascendencia de la preservación de la soberanía e independencia nacional, que lo que quiere es sosiego y tranquilidad, trabajo y convivencia, se erige la inteligente política de la Asamblea Nacional Constituyente, propuesta por Nicolás Maduro, de carácter incluyente, que indiscutiblemente es el camino de la paz.
NOTAS PARALELAS / MIGUEL UGAS