Es poco probable que exista alguna persona que no haya estado en algún momento de su vida bajo alguna situación estresante. La verdad es que muchos sienten estrés, pero pocos conocen qué pasa cuando esta situación los invade y por qué resulta difícil escapar de ella. De hecho es imposible vivir sin estrés.
El estrés es una reacción fisiológica que ocurre en el organismo cuando se afronta una situación que se percibe como demandante o amenazante. Esta respuesta se caracteriza por presentar modificaciones neuroendocrinas estrechamente mezcladas que involucran al hipotálamo (centro de emoción del cerebro) y las glándulas hipófisis y suprarrenales (centro de reactividad).
“Cuando una persona está sometida al estrés, se inicia la Fase 1 de “alarma” dirigida por la noradrenalina que es segregada por el cerebro para aumentar el nivel de alerta visual y auditivo.
Si la situación continua, se activa la Fase 2 de “resistencia” donde la glándula suprarrenal segrega adrenalina y cortisol, responsables de acelerar el corazón y la respiración, así como también elevar los niveles de azúcar en sangre y garantizar el flujo sanguíneo, oxígeno y glucosa a nivel cerebral y muscular para luchar o huir.
Si la situación estresante pasa, el organismo vuelve a la normalidad. Si por el contrario, el estímulo estresante continua, la fase de resistencia mantiene elevado los niveles de adrenalina y cortisol, presentando niveles de azúcar u tensión arterial elevados”, explica el Dr. Juan Carlos Méndez, médico cirujano especialista en medicina antienvejecimiento del Centro Médico Antienvejecimiento.
Sí inevitablemente sigue el problema, se agota la secreción de hormonas de la corteza suprarrenal y con ella todas las reservas antiestrés del cuerpo, por lo que el organismo cae en la Fase 3 del estrés, que no es más que el estado de “agotamiento o burnout”, expresado comúnmente como «estoy fundido».
Esto trae como consecuencia alteración del metabolismo y homeostasis con disminución severa de la capacidad de seguir manejando el stress hasta llegar entrar en la Fase 4. Esta se caracteriza por el “pánico”, en la que se paralizan todos los mecanismos de supervivencia.
Los síntomas que pueden aparecer en estas fases finales son las alergias, dolores musculares, obesidad o baja de paso y enfermedades cardiacas (hipo o hipertensión), además de alteraciones psico-emocionales como ansiedad o depresión constante, lo cual estresa más al organismo, creando un círculo vicioso. Por ello, saber manejar esta situación resulta de gran importancia.
Una forma efectiva de hacerlo es siguiendo claves importantes: llevar una alimentación sana, complementar con nutraceuticos antiestres (gingseng, maca, DHEA, magnesio, zinc, complejo B inyectado), realizar actividades físicas regulares para «quemar» los altos niveles de adrenalina y cortisol y generar endorfinas. Buscar un sueño reparador y recrearse periódicamente; esta última necesaria para armonizar y aclarar los pensamientos y sentimientos, que generalmente están sobrecargados de responsabilidades, compromisos, preocupaciones, etc”, afirma el Dr. Méndez.
Estos descansos garantizan que los mecanismos de revitalización recuperen la capacidad de adaptación y manejo adecuado del estrés. Se puede aprovechar el tiempo para meditar, contemplar, leer (nada relacionado con noticias o información en Internet), jugar (ajedrez, cartas, ludo, etc.), y orar de manera de elevar la conciencia enfocada en las soluciones, en la salud y en la vida, no en los problemas, en las enfermedades ni en la muerte.
Si esto no es suficiente, se recomienda acudir a un médico antienvejecimiento para aplicar terapias antistress que van desde masajes, sueros o inyecciones celulares que permitan recuperar más rápidamente la capacidad para manejar el estrés. ¡Vive joven, saludable y en forma con medicina Antienvejecimiento!.