Uno de los problemas principales del proceso es no haber sabido prepararse para el tiempo de las vacas flacas y no entender que todo proceso de cambio es complejo
Con el fracaso de los movimientos guerrilleros en la década de los años sesenta del siglo XX, la izquierda comenzó a buscar otras vías menos dolorosas para lograr un cambio de sociedad que beneficiara a las mayorías empobrecidas por el neoliberalismo salvaje. En la década de los setenta, con la llegada al poder en Chile del médico Salvador Allende por la vía de las elecciones en el marco de la democracia burguesa, se ensayó una alternativa para tratar de cambiar esas estructuras, pero Allende no era el hombre preferido ni por el Pentágono ni por los militares bajo el liderazgo de Augusto Pinochet; de ahí que lo comenzaron a cercarlo con huelgas, sabotaje económico, marchas permanentes de los sectores burgueses que vieron amenazados sus intereses, silencio mortuorio de la Organización de Estados Americanos, y las contradicciones internas con otros sectores de la izquierda en Chile. Ese ensayo allendista fracasó no por Allende, sino porque se estaba convirtiendo en una referencia para los pueblos de América Latina y por lo tanto había que castrarlo.
Década perdida
Las décadas de los ochenta y de los noventa del siglo pasado fueron catalogadas como las décadas perdidas en América Latina, según la Cepal, debido al aumento de la pobreza, la distribución desigual de la riqueza, la pérdida de las soberanías y la entrega de las riquezas a las ciento veinte compañías más grandes en Estados Unidos, que intentaron poner el área libre de comercio, mejor conocido como Alca, para privatizar hasta el aire. Bolivia y Ecuador constituyeron un ejemplo de cómo los movimientos sociales progresistas comenzaron a emerger como nuevos sujetos sociales de cambio al no aceptar las medidas neoliberales del famoso consenso de Washington y el Alca. En estos países, cuando un presidente intentaba imponer esas medidas dictadas desde Washington, era desalojado del poder por el pueblo, que no quería que sus riquezas se concentraran en pocas manos, exigían una ruptura del orden colonial que había perdurado por más de medio milenio. En Venezuela, con la llegada de Chávez al poder, se comienza a ensayar el proceso bolivariano en el marco de la democracia burguesa, y comenzó con el cambio paradigmático jurídico con una nueva constitución. Pese a ello, la burguesía nacional e internacional no ha cesado de sabotear al proceso bolivariano desde sus inicios hasta nuestros días. La constitución de 1999, pese a la exclusión de los afrovenezolanos como sujetos históricos formadores de esta nación, es una Constitución que por su carácter participativo abrió las compuertas hacia un modelo social inclusivo, saldando la deuda social y sacando a millones de venezolanos de la pobreza. El proceso bolivariano logró saltar las trampas de los ataques nacionales e internacionales del bloque histórico burgués e imperialista y ha servido de ejemplo para que otros países avanzaran hacia un cambio de estructura y nuevas prácticas de ejercer el poder y distribuir las riquezas a favor de las mayorías. Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Paraguay, Honduras, Brasil, Argentina, Uruguay y algunos países del Caribe se anotaron en ese proceso y crearon nuevos bloques de integración como Alba y Petrocaribe ante los proimperialistas bloques de integración como la OEA, que ha intervenido descaradamente en nuestros procesos internos, cuyos problemas solo los resolveremos nosotros, en medio de nuestras contradicciones. Pero los procesos no son lineales, mucho menos perfectos.
Urgente revisión
Desde que estaba en vida el presidente Chávez, algunos hemos venido señalando las hipertrofias del proceso, la confusión entre pago de deuda social y parasitismo estatal, rentismo minero extractivo versus aparato productivo concreto, corrupción, fragilidad en las alianzas productivas con un sector de la burguesía y pequeña burguesía que contribuyó al desfalco de las divisas del país, poca capacidad gerencial al seleccionar a malos gerentes y ministros corresponsables de nuestra actual crisis económica y política, reduccionismo en las tomas de decisiones políticas para los casos de los ciclos electorales y no haber sabido palpar los liderazgos de relevos, sumándole a ello una ausencia de formación de cuadros (no adoctrinamiento) no solo en lo político-práctico y real sino en lo técnico y científico, para acabar con la dependencia tecnológica y productiva que aún no hemos logrado superar. Uno de los problemas principales del proceso es no haber sabido prepararse para el tiempo de las vacas flacas y no entender que todo proceso de cambio es complejo y se necesita muchísima humildad para escuchar al pueblo por parte quienes controlan las altas esferas de la dirección política del proceso bolivariano. Esta coyuntura crítica a la que hemos llegado, se pudo haber evitado, pues el enemigo principal externo lo teníamos clarito, pero el interno y que aún continua vivito y coleando, no estaba agazapado y sigue agazapado ayudando a cometer errores, diciendo todo está del carajo, «tenemos el control total», «hacemos los que nos da la gana y seleccionamos a quien menos sirva, pero que nos sirva»; y eso lamentablemente conduce para que la esperanza de estos dieciocho años pudieran perderse definitivamente.
LA VOZ DE AFROAMÉRICA