Los activistas de la Mesa de la Unidad Democrática en el oeste de la capital tienen un plan B para evitar ataques de colectivos y proteger a los votantes
Con el éxito asegurado en las zonas privilegiadas de Caracas, donde el chavismo nunca tuvo predicamento, la consulta opositora sobre la Asamblea Constituyente que impulsa el presidente Nicolás Maduro se la juega en los barrios populares que vieron en Hugo Chávez el mesías de la revolución bolivariana.
Las parroquias de Antímano y El Junquito, en el oeste de Caracas, albergan algunos de esos barrios, que se extienden sobre los cerros que marcan la orografía de la capital con sus precarias casitas de colores desparramadas hasta que se acaba la pendiente.
“Esta es la parroquia más difícil, la joya de la corona. Si se gana esta zona se gana Venezuela”, declara a Efe el diputado Jesús Abreu, de Voluntad Popular, elegido al Parlamento por la circunscripción que engloba a El Junquito, Sucre y La Pastora, considerada hasta hace poco una de las más “rojas” chavistas del Distrito Capital.
Junto con dirigentes antichavistas de otros partidos, Abreu se ha volcado en la organización de la consulta que se realizará este domingo, que aspira detener el proceso constituyente puesto en marcha por Maduro, y no tiene dudas de que este territorio que un día adoró a Chávez le ha vuelto la espalda al sucesor del “hijo de Bolívar”.
El principal motivo de su certeza es su propia victoria en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, las últimas que se celebraron en Venezuela, en la que Abreu y la también opositora Marialbert Barrios les ganaron los dos escaños de la demarcación a dos pesos pesados del chavismo.
Las partes menos deprimidas de El Junquito dejaron hace mucho de ser chavistas, asegura el activista Javier Torres, del partido Acción Democrática. “Donde se aglutinan la mayor cantidad de sectores populares todavía hay gente que teme que le quiten su bolsa de comida, temen que les vean estampando sus firmas y pierdan su trabajo como servidores públicos”, añade, sobre las áreas más pobres y dependientes del Estado.
“Pero hay que dejar el miedo, porque lo que se nos avecina de esta gente, de terminar de instaurar una dictadura comunista en Venezuela, va a ser bien duro”, afirma Torres en referencia a los planes de “fortalecimiento de la revolución” que el Gobierno busca con la Asamblea Nacional Constituyente que se elegirá el 30 de julio.
Temor a los colectivos
La mayor preocupación de los convocantes este domingo es la aparición de los temidos “colectivos”, grupos de civiles que a veces están armados y que dicen defender la revolución chavista, y que han asaltado el Parlamento y han atacado manifestaciones antigubernamentales en las últimas semanas.
Para poder reaccionar ante cualquier acción de estas bandas, el equipo de Torres va a desplegar voluntarios en distintos puntos de su parroquia, para avisar a quienes estén en los lugares de voto y proteger de esta manera a los vecinos que hayan acudido a pronunciarse contra la Constituyente.
Tocando a El Junquito está la parroquia de Antímano, una de las más pobladas de la capital, que conservó su tradicional mayoría chavista en las legislativas de 2015 pese al importante avance de una oposición que cada vez se siente más fuerte en estos sectores.
“En tiempos de Chávez nosotros ganábamos un 20 % y ellos sacaban el 80 %”, dice el veterano dirigente del partido democristiano Copei, Domingo Pérez, que recuerda cómo la oposición dobló su porcentaje de apoyos en las últimas elecciones.
Pérez es uno de los puntales del antichavismo en Antímano, desde cuya cumbre en el cerro, al final de las calles empinadas pintadas con lemas socialistas, se ve con claridad una división geográfica de Caracas que también es política y económica.
En primer plano las casitas bajas, de colores y amontonadas de las clases populares, y a lo lejos el este más próspero de torres de apartamentos y oficinas, blancas, altas y más espaciadas.
Las cosas cambian
“Hace unos años casi no podíamos hacer un acto en la calle, pero las cosas han cambiado y cada vez nos reunimos más gente”, relata Pérez, que cuenta las protestas espontáneas contra el Gobierno que se desatan cuando no llega el gas o se conoce tras horas de cola que no hay bolsas de comida del sistema de distribución del Gobierno.
Pérez espera que el hartazgo por la escasez, la inflación y el deterioro de servicios públicos que él percibe quede plasmado en el resultado del domingo y contribuya a desmentir el discurso oficialista, que dice que las manifestaciones antigubernamentales son conspiración derechista de una minoría privilegiada.