En nuestra democracia alcanzamos niveles superiores de participación activa y protagónica, donde todos los ciudadanos eligen de manera directa en cada proceso electoral
La democracia (término proveniente del griego dḗmos -pueblo- y krátos -poder- o -gobierno-), se ha consolidado en el tiempo en base a la solidificación de las relaciones sociales y las mediaciones que se dan entre los hombres en sus distintas interacciones en sociedad. El denominado Contrato Social.
Su significado es rico en representar la progresividad de los avances en las relaciones humanas a través de los siglos. El DRAE señala que es la «Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos»; representa igualmente a la «doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes»; y se aplica también a la «participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones». En todos sus distintos significados lleva implícita la noción de participación activa de los ciudadanos, para decidir, para expresarse, para hacer valer sus derechos, intereses o preferencias.
En nuestra democracia alcanzamos niveles superiores de participación activa y protagónica, donde todos los ciudadanos eligen de manera directa en cada proceso electoral. Hasta los pueblos indígenas eligen a sus representantes, de acuerdo a sus tradiciones y costumbres. En Venezuela superamos los casi medievales y coloniales métodos de elección que aún persisten en algunos países (que pretenden darnos lecciones de democracia) con sistemas electorales indirectos (de segundo grado) como Estados Unidos, donde los ciudadanos votan por candidatos de una lista del Colegio Electoral que de antemano «prometen» o se comprometen a votar por determinado candidato presidencial. En países como Canadá (súbditos de la reina de Inglaterra), siendo una monarquía constitucional, ningún mortal vota para elegir o revocar a la reina, a duras penas los ciudadanos canadienses pueden votar para elegir a los diputados de la Cámara de los Comunes (doblemente comunes, rasos mortales), los cuales eligen a su vez al Primer Ministro.
En cambio, nuestro sistema electoral establecido en la Constitución y en las leyes, dictamina que el ejercicio del voto es «secreto, directo, universal y donde iguales votan por iguales». En el caso de la próxima elección de la Asamblea Nacional Constituyente con el mismo padrón, máquinas, autoridades y procedimientos que se utilizaron para la elección de los diputados en diciembre 2015, donde la derecha sacó ventaja.
Pero vaya sorpresa, los líderes de la extrema derecha, los que tienen preferencia por las salidas poco democráticas y violentas; los mismos que se rasgan las vestiduras presentándose como acérrimos defensores de la democracia, han coaccionado y manipulado a sus seguidores, instigándolos hacia la inhibición y la renuncia a participar en el próximo proceso electoral. Cercenado así el derecho de participación política de los ciudadanos que ciegamente los siguen.
Esto es el resultado de una derecha totalmente disociada. Inmersa en su locura golpista. Con una dirigencia totalmente irresponsable y temeraria, que jura llorosa ante todo el planeta que son mayoría absoluta (que suman trillones y trillones de ciudadanos), pero que luego se niegan a participar en el proceso Constituyente. Hasta el anuncio de la elección de gobernadores a finales de año, una de sus más iracundas exigencias, fue recibido con desdén. Evidenciando que un sector de la malcriada derecha, solo apuesta por el golpismo y la salida violenta.
La Asamblea Nacional Constituyente es un mecanismo de mediación y debate político, para definir y resolver las diferencias y nuestros problemas desde el imperio de las ideas. No desde la imposición de una agenda de violencia callejera y muerte como quiere la extrema derecha. Está más que claro en todos sus contenidos, que se busca «ganar la paz y reafirmar los valores de la justicia a través de un diálogo nacional».
El debate de ideas está abierto. Lo que se escucha desde los distintos sectores es esencial para superar nuestros problemas y mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo. Por eso leemos con entusiasmo propuestas para otorgar «más poder para el pueblo», incluyendo a más sujetos sociales como los campesinos, pescadores, pensionados y la clase obrera.
También se plantea abordar temas del modelo económico, generando mecanismos para fortalecer el sistema productivo, de distribución y abastecimiento de los productos de primera necesidad, principalmente alimentos y medicamentos. Crear mecanismos más punitivos para combatir el contrabando de extracción, la especulación con los precios y todas las distorsiones y ataques sobre el sistema productivo.
Como un elemento esencial, se ha propuesto crear los mecanismos necesarios para constitucionalizar las misiones y grandes misiones sociales, garantizando así la protección social de nuestra población más vulnerable. Esto es la consolidación de las políticas revolucionarias creadas por el comandante Chávez y que se expresan en el empoderamiento y beneficio del pueblo.
Ante la crítica, insensatez y tozudez de la derecha, solo hay que ver a los ojos a los millones de beneficiarios de las misiones sociales: 1.600.000 viviendas entregadas, más de 3.000.000 de pensionados, 1.000.000 de familias protegidas con la tarjeta de Hogares de la Patria, distribución de 6.000.000 de cajas Clap y más de 8.000.000 de estudiantes en instituciones públicas, totalmente gratuitas.
Esto es lo que ha estado resolviendo y garantizando el gobierno bolivariano aún en medio de las peores dificultades. ¿Qué ofrece la derecha? ¿Qué han hecho hasta ahora para ayudar a la gente? Pues nada. Todo en ellos huele a neoliberalismo salvaje, a privatizaciones y a gobierno de los ricos y las corporaciones. Ellos representan un salto al vacío.
Richard Canán
aporrea.org