Es moreno, y morena. Catire, y catira. Pero también blanco, y blanca. Es alto y alta. Gordo y flaca. Tiene los ojos claros, pero también aguarapaos. Usa anteojos porque le encandila el sol, pero también es aguerrido y poco le importa calarse la pepa lumínica sobre el cogote, cuando el clarín de la patria llama.
Así es Rondón. Así lo vimos el domingo, cuando salió a las calles, pacíficamente, a participar en el ensayo electoral de cara a las elecciones del 30 de julio para elegir a la Asamblea Nacional Constituyente.
Rondón madrugó. Lo hizo como si se tratara del día D. Nos erizó la piel. Llegó en oleaje. En masa. En ejército. En filas. Columnas. Solo. En carro. En Metro. A pie.
Mostró de qué está hecho. “Que viva”, respondió cuando una mujer pasó y dijo “Que viva la patria”. “Queeee vivaaaa”, respondió levantando la voz cuando la misma motivadora reclamó con un: “Eso no se escuchó”.
Se indignó cuando supo que en la consulta ilegal de la oposición, usaban fotos con el rostro del comandante Hugo Chávez para engañar a incautos. Sobre todo, a viejecitos pensionados. Pero se contuvo. La paz, por encima de todo.
Habló del Carnet de la Patria. De los resultados que ya se sienten. “Deberían inscribir a los que aún no lo tienen”, se dijo para sí, solidario como siempre. Y hasta confesó que conoce a vecinos antichavistas que sí lo tienen, “porque aunque no nos apoyan, saben que pueden obtener beneficios”.
Fustigó a quienes mintieron al decir que tenían la nevera mala, y el censo los puso al descubierto “con el cuento de que ya la arreglé”. O a quien dijo que en su casa vivían 21 personas para que le dieran casa, y el mismo censo se encargó de desenmascararlo. De todo eso habló Rondón, el domingo, en la cola. También de las guarimbas, las víctimas y sus promotores aún en libertad.
Si crecí y viví amando a Rondón, ahora me pongo a sus pies. Gracias a él, como dijo el comandante, esta revolución llegó para quedarse.
Ildegar Gil
aporrea.org