Jóvenes jugadores de béisbol de familias pobres en Venezuela no están recibiendo la alimentación necesaria para cumplir sus sueños de jugar profesionalmente en Estados Unidos, debido a la escasez de alimentos, lo que cierra una de las pocas vías para salir de la pobreza en un país en crisis, reseña Reuters.
Venezuela es el hogar de reconocidos peloteros, incluidos el primera base de los Tigres de Detroit, Miguel Cabrera, y el pequeño pero poderoso segunda base de los Astros de Houston, José Altuve.
Con un récord de 76 venezolanos en las Grandes Ligas (MLB) esta temporada, se espera que las academias de béisbol en el país sudamericano sigan enviando prospectos de jugadores a los cazadores de talentos de equipos estadounidenses.
Sin embargo, los agentes locales y los cazatalentos dicen que la escasez de alimentos está obligando a las academias a expulsar a cada vez más niños de escasos recursos al no poder lograr una dieta adecuada para garantizar jugadores de talla mundial.
De hecho, los campamentos de béisbol ya están teniendo menos talento de dónde escoger porque los niños de familias pobres no son lo suficientemente fuertes a los 13 años para competir contra sus pares mejor alimentados.
“Estamos viendo un 35 por ciento de disminución en la ingesta diaria de proteínas en los jugadores de entre 10 y 15 años”, dijo el doctor Arnaldo Machado, un asesor médico de los Tigres de Detroit en Caracas. “Y la situación nutricional es mucho peor para los niños menores de seis años”.
A diario, millones de venezolanos luchan por comer adecuadamente en medio de una inflación de tres dígitos y una persistente escasez de alimentos básicos.
El presidente Nicolás Maduro culpa del descalabro a una “guerra económica” dirigida por Estados Unidos, pero sus críticos sostienen que sus políticas son la principal causa.
Hay cerca de 100 academias privadas de béisbol en Venezuela, el segundo país más representado en la MLB después de República Dominicana y muy por delante de Cuba.
Los niños que logran entrar en las escuelas son alimentados seis veces al día, aprenden inglés y toman clases de anatomía y fisiología. Incluso, son atendidos por los psicólogos para asegurarse de que estén preparados para cuando lleguen a las Grandes Ligas.
Sacrificios
La diferencia entre este tipo de desarrollo y el de los niños demasiado débiles para entrar en las academias se está ampliando. Y también está creciendo la presión sobre los padres para que sus hijos estén en forma y así puedan ser admitidos tras cumplir los 12 años.
“Uno mismo deja de comer para que a él no le falte”, confesó Carolina Tovar mientras observaba a su hijo Jesús Córdoba, de siete años, jugar un partido de liga local en una zona pobre de Caracas.
Ella quiere que Jesús, que empezó a jugar béisbol a los cuatro años, ingrese a una academia cuando cumpla 12 ó 13 años.
“Un kilo de carne cuesta lo que cuesta una semana de trabajo”, dijo Tovar. “Hay que hacer muchos sacrificios, trabajamos horas extras y tuvimos que inventarnos alguna forma de ganar otro poquito más de dinero: ahora (también) vendo tortas con quesito y hago rifas familiares”.
El relato de Tovar se ha convertido en una historia cada vez más común en los barrios de bajos ingresos de Venezuela, que han sido los más afectados tras cuatro años de recesión económica.
Un estudio realizado en octubre por la organización católica Cáritas en sectores pobres de los cuatro estados más poblados de Venezuela, encontró que un 48 por ciento de los niños menores de cinco años estaban desnutridos. Para abril de este año, la cifra saltó al 56 por ciento.
“Cada día es más difícil por el costo de vida, todos los días sube más el precio de la comida”, dijo Maite Escalona, madre de Aiberth Tovar, un receptor de siete años que quiere unirse a los Cardenales de San Luis algún día.
“El único país que se entristece cuando aumenta el sueldo es Venezuela, porque eso significa que el costo de la vida va a aumentar el quíntuple de lo que ganas”, agregó Escalona.
“Menos físico”
Debido a la crisis económica y altos índices delictivos, sólo cuatro equipos de la MLB -Los Cachorros de Chicago, Mantarrayas de Tampa Bay, Phillies de Philadelphia y Tigres de Detroit- siguen operando instalaciones de entrenamiento en Venezuela. En 2000, 18 clubes estaban presentes en el país.
“El noventa y cinco por ciento de los niños de mi academia provienen de familias que no pueden permitirse darles tres comidas al día con proteínas”, dijo Kander Depablos, director de una academia de béisbol en las afueras de la ciudad de Valencia, en el centro del país, donde 15 niños viven y entrenan.
Depablos se percató de la profundidad de la crisis cuando sus jugadores dejaron de querer ir a casa con sus familiares los fines de semana, como era usual.
“Me di cuenta de lo que estaba pasando cuando los pesábamos el lunes y veíamos que perdieron dos kilos durante el fin de semana”, relató a Reuters.
Cuando una joven promesa firma con un equipo a los 16 años, se dirige su centro de entrenamiento avanzado en República Dominicana antes de tener la oportunidad de jugar en las ligas menores de Estados Unidos y, con suerte, en la MLB.
“Uno tiene menos de dónde escoger porque hay menos físico en el país”, dijo José “Yoyo” Salas, un agente que dirige la academia Puro Béisbol en Caracas, que actualmente alberga a nueve jugadores jóvenes.
La falta de alimentos es también una mala noticia para los jugadores atípicos que tienen más dificultades para ser reclutados y también se enfrentan a problemas de nutrición.
El caso más representativo es el de José Altuve, la máquina de bateo de los Astros de Houston. Incluso bien alimentado, dejó de crecer a los 1,65 metros de altura para convertirse en el jugador activo más bajo de las Grandes Ligas.
Desde la ciudad central de Maracay, Altuve creció tan pobre, que practicaba con su padre con pelotas prestadas de un equipo local de la liga menor.
En el otro extremo del espectro está Miguel Cabrera, de los Tigres de Detroit, quien con sus casi dos metros de altura proyecta la imagen del clásico bateador que es.
“Al próximo Miguel Cabrera todo el mundo lo va a querer reclutar: un muchacho grande, fuerte, que batea, que tiene habilidades. Pero un pelotero come José Altuve, que es bajito, es mentira que alguien va a invertir tanto tiempo y dinero en un jugador así”, confesó Johan Ocanto, director de la academia ABAR en Caracas, que alberga a 18 jóvenes jugadores.
“Si hubiera un Altuve ahora, nadie lo ficharía”, finalizó.
Por Hugh Bronstein/Reuters