Pese a las molestias, los altercados entre usuarios y conductores y hasta la intervención de la policía, la mayoría de las personas paga el aumento del pasaje en Bs.700 en las líneas que cubren las rutas del sureste de Caracas.
Para los transportistas, el incremento de 150 % es la única forma de que sigan rodando las pocas unidades que están operativas porque, en el caso de las líneas del sureste, son 44 de un total de 172, según Dennis Abad, conductor de la ruta Chacaíto-El Hatillo. En este trayecto, por tratarse de un servicio directo vía autopista, los pasajeros cancelan Bs.900. El recorrido El Hatillo-Silencio quedó en Bs 1.000.
«El dinero se recoge al entrar y el que no paga se queda. Si te pones a pelear te agreden o tú agredes a alguien y sales peor. Pero claro que nos afecta. Yo no he desayunado para pagar el pasaje. Todos los días llegamos tarde al trabajo porque no hay unidades y ese problema no se va a solucionar con el aumento, el servicio no va a mejorar», dice Emerson Díaz, quien es chef pero trabaja como vigilante en El Hatillo, citado por la página web eluniversal.com.
En la parada de Santa Rosa de Lima, Coromoto Salas relataba su drama mientras hacía la cola para abordar una unidad. «Los jeepseros del barrio Nuevo Día, que cobraban Bs.500, amanecieron cobrando 1.000 para bajarnos a Catia. En las rutas troncales no hay gaceta que valga. A esos mil le sumo los 700 de Chacaíto a Santa Rosa, son Bs.3.400 diarios ida y vuelta, cien mil bolívares al mes, el 80 % del sueldo mínimo se me va en pasaje. No me va quedar otra opción que renunciar al trabajo».
Quienes van al sureste protagonizan a diario una batalla campal para subirse a los autobuses. Los tiempos de espera se han extendido a 40 o 50 minutos y algunos fiscales optan por alejarse de la parada, pues son víctimas de agresiones.
En este trajinar, los ancianos llevan las de perder. «Puedo pasar hasta una hora esperando. Como ando en muletas no me puedo abalanzar a la camioneta que se llena en segundos».
Los pasajeros están contra la pared. El aumento es insuficiente para los conductores y prohibitivo para los usuarios. «Estamos entrampados. Pagamos la nueva tarifa para no perder el servicio. Las busetas piratas te cobran 2 mil bolívares, las motos 5 mil, un taxi compartido ni hablar y los metrobuses no los habilitan», dice Karina Romero y agrega que al aumento de pasaje se une a la falta de efectivo.
¿Dónde está el aceite?
Más allá de los altos costos y de las dificultades para conseguir cauchos y otros repuestos, en estos momentos lo que más se ensaña contra la operatividad del transporte público son los precios de los lubricantes.
«Le preguntamos al Gobierno por qué el aceite no le llega al transportista. La paila de aceite PDV de 19 litros está regulada en Bs.25.600 pero la venden en Bs.900 mil o un millón. Cada unidad necesita al menos 4 o 5 litros a la semana», precisa Abad. En la Línea Casalta-Chacaíto-El Cafetal, Donner Rondón suma apenas 30 carros operativos de más de 200, lo que abarrota a diario esa parada.