Para una típica multinacional los informáticos que programan la movilización de los diversos componentes estarán en la India, los contadores en Brasil, los obreros y las fabricas repartidos entre China o Vietnam y los encargados de atención al cliente en India
Alfredo Toro Hardy
El siglo XX presenció dos grandes revoluciones productivas. La primera se inicia en 1913 cuando los principios de estandarización del trabajo, planteados por Frederick W. Taylor en su obra «Principios de la Administración Científica», fueron aplicados por Henry Ford en la fabricación de sus vehículos.
Ello dio lugar a la llamada línea de ensamblaje, en la cual cada obrero estaba llamado a cumplir una función repetitiva y puntual dentro de una inmensa línea mecanizada. Con ello se dejaba atrás la fabricación individual de cada vehículo y se disminuían drásticamente el tiempo y el costo de manufactura involucrados por unidad.
Una vez demostrada su eficacia, este modelo se generalizaría al conjunto de los procesos productivos de escala. La segunda revolución vino a partir de la década de los noventa de ese siglo, con la aparición de la llamada cadena de suministro o, en términos más gráficos, con lo que Robyn Meredith ha bautizado como la «línea de desensamblaje» (The Elefant and the Dragon, London 2007).
Este último proceso productivo se caracteriza por una hiperespecialización de la línea de ensamblaje al punto de conducirla a su desmembración. Tomemos el ejemplo de la fabricación de una muñeca en donde los ojos son elaborados en una fábrica, el pelo en otra, el cuerpo en una tercera y el vestido en otra distinta. Ahora bien, traslademos ese ejemplo al caso de la fabricación de un vehículo en donde hay un promedio de cinco mil piezas involucradas y en donde las diversas fábricas especializadas en los distintos componentes (sin duda no una por pieza), se distribuyen en múltiples países.
El resultado será un rompecabezas elevado a la enésima potencia, sólo manejable gracias a los gigantescos avances en las tecnologías de la información y de las comunicaciones. El seguimiento, control y movilización de numerosos componentes que se desplazan en diversas direcciones sólo es posible en virtud de sofisticadísimos programas informáticos y de modernos sistemas de transporte.
Si el sistema diseñado por Taylor y Ford convertía al obrero en un simple robot humano, la llamada «cadena de suministro» busca localizar a ese robot en el país donde la mano de obra resulte más barata. Ahora bien, este modelo no se contenta con ir a la caza del obrero más barato para cada tarea específica, sino que también persigue al contador, al analista de programación o al encargado de atención al público de costos menores. Es decir, no sólo manufacturas sino también servicios.
Para una típica multinacional los informáticos que programan la movilización de los diversos componentes estarán en la India, los contadores en Brasil, los obreros y las fabricas repartidos entre China o Vietnam y los encargados de atención al cliente en India. Lo más probable, también, es que gran parte de los procesos anteriores hayan sido contratados a terceros para desembarazarse de todo lo referente a las prestaciones sociales de la empresa. En síntesis, el desensamblaje total.