El show perfecto de Guayana se fue de control. Qué dirán los asesores comunicacionales cubanos, tan curtidos en montar los actos de masas de Fidel para hacer creer al planeta que, tras 50 años de nefasta gestión, el dictador aún es adorado en la isla
Dicen que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como sátira. El empeño de este gobierno por reflotar doctrinas vencidas, ya superadas en otras latitudes del planeta, lo conduce a ser un mal remedo de sus añejos ídolos.
Regímenes que fueron verdaderas desgracias para la humanidad, y que ya son agua pasada –excepto el artificialmente prolongado castrismo cubano- no pueden ser un patrón serio de conducta para ningún gobierno del siglo XXI.
Por supuesto, este remedo tardío deja aún más a la vista las gruesas costuras de un gobierno inorgánico, que vive de la pretensión, de la fachada, de la ficción fabricada por un poderoso ministerio de Propaganda con una ilimitada partida de gastos, que crea apariencias endebles que no consiguen esconder las tristes realidades que padecen los venezolanos.
Y un episodio de este tenor fue el que se vivió el pasado lunes en Guayana, cuando la impecablemente ensayada y férreamente controlada cadena nacional de radio y televisión se le fue de las manos al comandante presidente.
El acto, ostentoso e impecablemente montado. Digno de producción de Hollywood. Escenario imponente y colorido, iluminación potente, despliegue de costosísima tecnología televisiva de última generación. Y los trabajadores ocupando el puesto que siempre les toca en este gobierno: de extras. Relleno. Obligados a aplaudir sin cuestionar las ocurrencias del animador. Como público de gradas de maratónico sabatino.
Sin embargo, el show perfecto se fue de control. Qué dirán los asesores comunicacionales cubanos, tan curtidos en montar los actos de masas de Fidel para hacer creer al planeta que, tras 50 años de nefasta gestión, el dictador aún es adorado en la isla. Ni a Hitler, ni a Stalin, ni a Mao; a ninguno de ellos se le salió de las manos un espectáculo de estas características.
Tercerizados, sin contrato colectivo, a la deriva de los vaivenes de una empresa otrora ejemplar que, tras ser nacionalizada cayó en un agujero negro, los trabajadores de Guayana reclamaron sus derechos. Y lo hicieron en cadena nacional, desesperados, en cuenta de que no tendrían otra ocasión de estar frente a un presidente secuestrado por su propio aparataje de poder, que no se acerca al pueblo porque tiene miedo, porque no hay nada que hablar con él; excepto cuando vienen elecciones y se puede perder el privilegio de manejar la mil millonaria renta petrolera.
Saboteo, conspiración, problemas técnicos, de todo ha sido alegado para explicar el abrupto final de una cadena que, de otro modo, quizá hubiera superado sin problemas las 3 o 4 horas. La única que no fue culpada esta vez fue la pobre iguana, que debe estar gozando los royalties de tanta fama en algún paraíso del Caribe.
Sin embargo, uno se pregunta cómo puede salir del aire una cadena presidencial por una falla técnica. La Asamblea Nacional ha aprobado sumas estratosféricas que se están invirtiendo en propaganda oficialista, las transmisiones presidenciales cuentan –literalmente- con verdaderos ejércitos de producción y con incontables equipos nuevos de última tecnología, los cuales han servido para las 19 cadenas que totalizan 30 horas de transmisión, desde que comenzó la campaña el 1º de julio.
No hay manera de que el Presidente salga del aire accidentalmente. Ni con iguanas repotenciadas. Solamente hay una explicación: se le calló la boca a los trabajadores de Guayana. Y todo el país se dio cuenta. La historia se repita como sátira de sí misma. Y al circo le crecen los enanos.
GUERRA A LA DELINCUENCIA
En su visita al estado Apure el pasado miércoles, el candidato de la alternativa democrática, Henrique Capriles Radonski, declaró la única guerra que es permisible y necesaria: la guerra contra la delincuencia.
Desde el oficialismo de han declarado incontables guerras imaginarias, que por supuesto jamás se libran. Y se hace con la irresponsabilidad de quien nunca ha vivido una guerra y no sabe la dimensión del dolor que genera. Pero se evade el enemigo real que se lleva la vida de decenas de miles de venezolanos al año, se niegan las víctimas, no importan. Es hora de ponerle punto final a tan costoso error. Para luego es tarde.
IMPORTA
Desde granos hasta gas, este gobierno lo importa todo, y lo más triste es que se importan rubros en los cuales llegamos a ser líderes por muchos años y en un pasado no muy lejano.
Nuestros bisabuelos reirían a carcajadas si les contáramos que importamos café o carne, rubros en los cuales nos abastecíamos cómodamente e incluso exportábamos. Daría risa, si no fuera como para llorar, que una potencia energética importe gas. A estas alturas y ante tales hechos, suponemos que lo de “endógeno”, es simplemente un chiste cruel.
A PRODUCIR MÁS
En su visita a Barquisimeto, el candidato de la Unidad aseguró que aumentará nuestra producción nacional a una tasa de aproximadamente 7% anual.
Capriles apunta que cada año se gastan 46 millardos de dólares en importaciones, dos veces las reservas internacionales y lamenta que Venezuela compre a otros países 70% de su comida y hasta 80% de los productos del pabellón criollo.
La gran ventaja sería el crecimiento de la cantidad de empleos, porque se dejaría de privilegiar el trabajo de personas de otros países. Con lo cual es perfectamente posible cumplir la promesa de generar 3 millones de trabajos en su gobierno.
David Uzcátegui
druzcategui@cantv.net
Twitter: @DavidUzcategui