El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció el miércoles a Jerusalén como capital de Israel, una decisión histórica que revoca décadas de diplomacia estadounidense y amenaza con desencadenar una escalada de violencia en Medio Oriente.
«Es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel», declaró el líder estadounidense desde la Casa Blanca, considerando este paso como «condición necesaria para lograr la paz» y llamando a que la «calma y la «tolerancia» prevalezcan sobre el odio.
La declaración, que recibió una fuerte condena regional, pone fin a siete décadas de ambigüedad diplomática sobre el estatuto de una ciudad que alberga los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas, y es reclamada por igual por israelíes y palestinos.
Aunque el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo que era «una decisión valiente y justa», la medida tomada por Trump deja profundas dudas sobre el futuro del proceso de paz, ya tambaleante.
Para el presidente palestino, Mahmud Abas, Estados Unidos perdió su papel histórico de mediador de paz entre palestinos e israelíes, mientras que Hamas, el movimiento islamista palestino que controla la Franja de Gaza, dijo que la decisión de Trump «abrió las puertas del infierno».
Trump también anunció el inicio del proceso de trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén.
El mandatario estadounidense cumple así una promesa de campaña apoyada por los cristianos evangélicos y los votantes judíos de derecha, así como por los donantes, pero sobre todo, dijo, marca el inicio de un «nuevo enfoque» para resolver el espinoso conflicto israelo-palestino.
Sus predecesores, desde Bill Clinton hasta George Bush, hicieron promesas electorales similares, pero las desecharon al asumir el cargo. «Muchos presidentes dijeron que harían algo y no hicieron nada», dijo Trump poco antes de su discurso.
«Días de furia»
La declaración de Trump deja a muchos aliados estadounidenses y dirigentes de Medio Oriente molestos tratando de encontrar una respuesta mesurada y esperando que la región, convertida hace mucho en un polvorín, no sea epicentro de un nuevo derramamiento de sangre.
En una frenética ronda de diplomacia telefónica, líderes de Arabia Saudita, Egipto, Jordania, la Unión Europea, Francia, Alemania y Turquía habían advertido a Trump contra la medida.
Turquía calificó la decisión de «irresponsable» e ilegal, en tanto Jordania dijo que era «una violación del derecho internacional».
«No puedo callar mi profunda preocupación», dijo por su parte el papa Francisco.
El traslado de la embajada de Estados Unidos probablemente demorará años en implementarse, pero las repercusiones de la decisión de Trump precedieron incluso su anuncio.
Cientos de palestinos quemaron banderas estadounidenses e israelíes y fotos de Trump en la Franja de Gaza, mientras estallaron enfrentamientos relativamente pequeños cerca de la ciudad de Hebrón en Cisjordania.
Los palestinos convocaron a tres días de protestas, o «días de furia», a partir del miércoles.
Los funcionarios estadounidenses y sus familias fueron llamados a evitar la Ciudad Vieja de Jerusalén y Cisjordania, aunque la situación se mantuvo en gran medida calmada hasta el discurso de Trump.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, convocó a una cumbre de la Organización de Cooperación Islámica (OIC), el principal organismo panislámico, en Estambul la próxima semana, para tomar una acción conjunta.
Jordania y los palestinos también pidieron una reunión de emergencia de la Liga Árabe.
ONU contra «medida unilateral»
La mayoría de la comunidad internacional no reconoce formalmente a Jerusalén como la capital de Israel, insistiendo en que el tema solo puede resolverse durante las negociaciones, un punto reiterado por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, tras la decisión de Trump.
Guterres implícitamente criticó a Trump, enfatizando su oposición a «cualquier medida unilateral que ponga en peligro la perspectiva de paz».
Pero Trump insistió en que la medida simplemente reflejaba el hecho de que Jerusalén Occidental es y seguirá siendo parte de Israel bajo cualquier acuerdo. «Esto no es más ni menos que un reconocimiento de la realidad. También es lo correcto», dijo.
El mandatario dijo que la decisión subraya el «firme compromiso de facilitar una paz duradera». «Estados Unidos apoyaría una solución de dos Estados si las dos partes accedieran», dijo, anunciando además el viaje del vicepresidente Mike Pence a la región en los próximos días.
En su discurso, Trump aclaró que Estados Unidos no se estaba pronunciando sobre ningún «problema de estatuto final, incluidos los límites específicos de la soberanía israelí en Jerusalén, o la resolución de las fronteras impugnadas».
«Esas cuestiones dependen de las partes involucradas», dijo.
Israel se apoderó del sector oriental de Jerusalén, en su mayoría árabe, durante la Guerra de los Seis Días de 1967 y más tarde lo anexó, reclamando ambos lados de la ciudad como su capital.
Los palestinos quieren que el sector oriental sea la capital del futuro Estado que reclaman.
Trump dijo que decidió sobre la mudanza de la embajada estadounidense en cumplimiento de una ley de 1995, que estableció que la ciudad «debería ser reconocida como la capital del estado de Israel» y que la embajada de Estados Unidos debía trasladarse allí.
Los sucesivos presidentes estadounidenses han invocado una exención, posponiendo cada seis meses la mudanza por motivos de «seguridad nacional», con lo cual la ley nunca entró en vigencia.
AFP