BARCELONA, España. Los independentistas catalanes repetirían mayoría absoluta en el parlamento regional pese al fuerte empuje del partido Ciudadanos, partidario de la unidad con España, con el 80% de los votos escrutados, en un gran triunfo del presidente destituido Carles Puigdemont.
Junts per Catalunya, la plataforma independentista recién creada por Puigdemont, huido a Bélgica, fue la fuerza secesionista con más escaños, 34, que sumados a los 32 de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y a los 4 de la CUP, superan los 68 de la mayoría absoluta.
Sin embargo, la fuerza con más diputados y votos fue Ciudadanos, de Inés Arrimadas, con 36 diputados.
Como ocurrió en 2015, los independentistas se benefician del sistema electoral, que recompensa el voto rural y lograrán la mayoría absoluta sin conseguir el 50% de los votos de los más de 5 millones de catalanes llamados a las urnas, en una jornada en la que la participación superó el 80%, un récord.
La victoria de los independentistas, si se confirma, supone un golpe para el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, que intervino la autonomía catalana tras la fallida proclamación de independencia del 27 de octubre, y convocó estos comicios en los que su Partido Popular logra sólo 4 diputados, en comparación con los 11 que tenía.
También cuestiona la decisión del vicepresidente catalán depuesto Oriol Junqueras, de ERC, que prefirió quedarse en España y afrontar la justicia y ahora está en la cárcel. Su partido era favorito en los sondeos y acabará seguramente tercero.
Sin incidentes
Los comicios transcurrieron sin incidentes pese a la tensión acumulada en dos meses de vértigo, en una jornada fría pero soleada en esta región mediterránea del noreste de España.
Por primera vez en décadas, unos comicios catalanes se celebraban en día laborable, lo que provocó colas ante los colegios al principio y al final de la jornada.
Abundaron las prendas amarillas, el color elegido para protestar por el encarcelamiento de parte de los líderes independentistas.
Puigdemont siguió el recuento desde Bruselas junto a los miembros de su gobierno que le acompañaron. No pudiendo votar, una chica de 18 años le cedió su voto, presumiblemente para Junts per Catalunya.
«No es normal esta jornada con candidatos en prisión y candidatos en el exilio», dijo Puigdemont desde Bruselas. «Aun así, es un día muy importante, no para la Cataluña de hoy sino para la Cataluña del futuro».
El referéndum de secesión del 1 de octubre, prohibido por la justicia y duramente reprimido por la policía, precipitó los acontecimientos: el 27 de este mismo mes el Parlamento catalán proclamó la independencia y horas después el gobierno regional de Puigdemont había sido cesado por el parlamento español.
Rajoy convocó simultáneamente los comicios de este jueves, y la justicia encarceló a parte de los líderes independentistas, mientras otros se fueron a Bélgica.
Hartazgo de los catalanes
El movimiento independentista cobró fuerza en Cataluña a partir de 2012 impulsado por el malestar por la crisis económica, la corrupción, a la que no fue ajena el partido que lideró la causa -CiU, del entonces presidente Artur Mas- y el recorte de algunos artículos de la constitución regional por parte del Tribunal Constitucional.
Los independentistas han salido en grandes números a manifestarse desde hace cinco años, primero para reclamar un referéndum de independencia, y al final en protesta por los encarcelamientos de sus líderes.
Cinco años después, el hartazgo y la frustración domina la sociedad catalana, por motivos opuestos.
«El recuerdo de ese día está más vivo que nunca, todavía siento la impotencia y la rabia», dijo a la AFP Xavier Roset, un pintor de 57 años, refiriéndose a las cargas policiales del 1 de octubre.
«Para mí solo hay dos salidas: o Europa interviene, o esto del pacifismo se puede acabar porque la gente empieza a estar muy frustrada», añadió Roset, hablando en el liceo Ramón Llull de Barcelona, donde se vivieron escenas dramáticas aquel día.
En el extremo opuesto, los votantes unionistas se movilizaban para acabar con un proceso independentista que, esgrimen, ha hecho huir a más de 3.000 empresas de la región y ha complicado las relaciones sociales.
«Mucha gente pensábamos que esto de la independencia era para lograr más autonomía, pero que no era tan radical, tan unilateral», explicó Jaume Amargant, de 53 años, empleado de una empresa de seguridad, votante de Ciudadanos en Vic, un bastión independentista ubicado 70 km al norte de Barcelona.
AFP