Cada día está mas cerca. La dedicación que los primeros pobladoras aplicaron en las tierras recibidas luego del 14 de febrero de 1621, tras cumplirse la misión encomendada por el obispado al padre Gabriel de Mendoza como juez comisionado para la fundación del pueblo y levantar la iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de Copacaguán o Copacabana para configurar una ciudad, marcha a pasos agigantados, como efecto natural del transcurrir de los días, meses y años. Será el 21 de febrero de 2021, cuando la celebración cuatricentenaria deberá impactar en la otrora “Perla de Miranda”, como el publicista y maestro de locutores Rafael Castillo Vera, la llamaba en su recordado Programa de Guarenas, que animaba las mañanas dominicales a través de La Voz de la Patria 710 AM.
La población que tomó forma de los encomenderos que se instalaron en principio en las áreas que bordeaban los terrenos de lo que sería la plaza mayor, tenía como objetivo darle forma a un pueblo y de a poco lo fueron logrando en principio bajo el liderazgo de migrantes españoles, entre ellos el primer encomendero, Hernando Cerrada, junto a otros expertos en materia agrícola, y así con el paso del tiempo, se fueron extendiendo los sembradíos que permitieron abundantes cosechas de rubros como caña de azúcar, café, cacao, maíz, tabaco, yuca, plátanos, diversos granos entre ellos caraotas y frijoles, frutas, con el añadido del cultivo de algodón. La noble tierra contó además con el trabajo de sus pobladores originarios, los marginados desde los inicios de la fundación del pueblo doctrinero de indios, los Charagotos o Huerenas, que junto a los Mariches no disponían de extensiones de tierras -las que les fueron arrebatadas- sino de espacios pequeños para el cultivo en conucos, despojo que ya conocían cuando los primeros escarceos de fundación se registraron en la ruta que los enviados por la curia caraqueña, en un punto conocido como El Rodeo, donde convergían Huerenas y Mariches, para fundar más abajo el pueblo de Santa Lucía.
El crecimiento no se hizo esperar, y tras las extensiones de sembradíos y ya configurado el pueblo de encomenderos con iglesia, casa curas, sacristía, cementerio, y su plaza mayor ya rodeada de casas extensas y calles de piedras, las haciendas y fundos se extendían a la par en el camino que conducía al valle de Guatire. Guarenas comenzaba entonces a labrarse en un entorno de gente emprendedora, con un comercio activo, surtiendo a la capital de lo cosechado en sus tierras, viendo prosperar una actividad comercial importante, y así se funda en el pueblo una de las primeras escuelas de enfermería de la Venezuela colonial luego de establecerse su primer hospital, así como los hijos de las familias pudientes se formaban en diversas profesiones en la bulliciosa Caracas.
El transcurrir de los años vio entonces para orgullo de sus hijos, como se formaba una Guarenas que hizo honor al compromiso de sus fundadores, lo que se evidencio con las palabras del obispo Mariano Martí, el 16 de marzo de 1784, en ocasión de su visita pastoral, cuando se manifestó en elogios sobre el crecimiento alcanzado en la urbe que se fundó como pueblo de encomenderos, tanto por el compromiso de sus habitantes con la iglesia, el crecimiento económico y la formación de las nuevas generaciones.
Y ese crecimiento se compartió con la lucha emancipadora aportando sus hijos para el combate de los patriotas contra los realistas españoles evidenciado en la Emigración a Oriente con Simón Bolívar a la cabeza cuando pernoctó en Guarenas en julio de 1814 dejando atrás a una capital a punto de quedar desolada por la satrapía de las tropas del sanguinario José Tomás Boves. Fueron muchos los jóvenes patriotas que formaron filas con el ya designado Libertador organizando una milicia, entre ellos José Anselmo Orta, que a la postre se convertiría en uno de los ayudantes del más grande de los americanos.
Además de esos patriotas que ofrendaron sus vidas para lograr una patria independiente, numerosos han sido sus hijos que han enaltecido el nombre de Guarenas en diferentes áreas, como los médicos José Manuel de los Ríos y Francisco Rafael García; artistas de la talla del Primer Tanagrista de América y dramaturgo, Armando Urbina; curas de la talla patriota como Régulo Franquiz, literatos como Caupolicán Ovalles y Rodolfo Santana, ente muchos otros destacados hijos de este valle; sin dejar de lado a los esclavos y hombres libres que forjados entre el sudor de la jornada y la fuerza de sus brazos, tuvieron tiempo para dejar el legado en la Parranda de San Pedro, manifestación cultural autóctona que llevada a la vecina Guatire por los esclavos residentes de las barracas del entonces Cantón, ha sido designada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los cuatrocientos años de la fundación de Guarenas están a la vuelta de la esquina. Es el momento de iniciar su organización, para además del tributo que debemos rendir a sus fundadores, a los hombres y mujeres que nos han permitido con su legado y trabajo transitar por sus calles, sirva para el reconocimiento de hombres como el profesor David W. Fernández y el historiador y académico Lucas Guillermo Castillo Lara, cuyas investigaciones -por separado- nos permitieron conocer de los orígenes de esta tierra de gracia.
Alexis J. Castro Blandín
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