El portero venezolano Wuilker Faríñez hizo todo lo que estuvo en sus manos milagrosas para amargarle la noche a Nacional. De hecho se la amargó más de una vez: por lo menos ocho. Atajó abajo, arriba, a un ángulo, en otra estiró sus dedos para ahogar el grito de gol y, por si las dudas, paró un penalti. Pero Faríñez no lo podía hacer todo. Andrés Rentería fue el único que lo pudo vulnerar, con un cabezazo de martillo que le arrancó la victoria a Millonarios de las manos, de las manos firmes de Faríñez: 1-1.
Nacional no tuvo revancha contra Millonarios. De hecho, se fue con el sabor amargo de Bogotá. Porque aunque fue visitante, enfrentó a un rival diezmado desde el minuto 42, cuando se fue expulsado Duque, fue cuando el buen partido que hacía Millos se desbarató. A partir de ahí, cuando ganaba 1-0, le tocó jugar a un fútbol que no quería jugar. Le tocó replegarse en defensa, ocupar zonas estratégicas y defenderse con lanza y escudo. Fue cuando Faríñez se encargó de liderar esa estrategia, como si tuviera un ángel en su espalda. Solo le faltó atajar un remate, pero eso ya era mucho pedirle.
Millonarios tuvo cambios. Empezando porque en el banquillo técnico estuvo de regreso su líder, el DT Miguel Ángel Russo, quien luego de su ausencia llegó con nuevas ideas. Su estrategia la arrancó con dos atacantes metidos en el área rival, con Ayron del Valle acompañando a Roberto Ovelar. Incluyó a Huérfano de titular, en reemplazo del que venía jugando, Santiago Montoya. Pasaron 18 minutos para que la estrategia surtiera efecto positivo.
Wuilker se puso la capa
Faríñez, el pequeño de 1.76 de estatura, se puso la capa con un Millonarios contra la pared. Libró un duelo con Dayro Moreno y siempre salió bien librado. Primero, en un mano a mano, cuando el atacante intentó elevarle el balón. Luego, Dayro volvió a fallar, aunque ya había fuera de lugar. El arquero venezolano le anunció al goleador colombiano que no lo iba a dejar anotar. Y así fue.
Arrancando el segundo tiempo, Faríñez volvió a volar y evitó el gol de Lucumí. Unos minutos después se arrojó a la pelota y con el brazo izquierdo bien firme evitó el festejo de Campuzano. Y, como si todo eso no fuera suficiente, se volvió a encontrar con Dayro, a once metros de distancia, y volvió a frenar el balón. Fue en el penalti del minuto 63, cuando Rivas derribó a Palacios en el área. Dayro, que también es experto como Domínguez, se paró frente el balón con el seguro deseo de vulnerar, por fin, a ese arquero que vestido de naranja lo había encandilado en todo el partido. Pero no. Dayro le pegó abajo y allá llegó Faríñez.
Millos dejó ir dos puntos en casa, pero dadas las circunstancias, salvó un punto. Nacional, que iba por su revancha, se llevó un punto amargo y muy sufrido.
Diario El Tiempo