Javier Bertucci cerró hoy su campaña electoral de cara a las presidenciales del 20 de mayo con un multitudinario evento en Valencia, ciudad en la que ejerció su labor como pastor de la iglesia evangélica Maranatha en los últimos años y en el que las sopas, las medicinas y la fe inundaron a los presentes.
Bajo un sol de justicia y un calor asfixiante, miles de simpatizantes acudieron a mostrar su apoyo a un candidato nuevo en la política y que promete recuperar la depauperada economía venezolana en un año, y que afirma que Dios lo ha escogido para ser el próximo presidente de Venezuela.
Cada vez que nombraban al candidato por el partido Esperanza para el Cambio o los animadores preguntaban quién va a ser el próximo presidente, la muchedumbre no lo dudaba ni un instante, la fe en el pastor, que asegura que colgó los hábitos momentáneamente para poder postularse, es inquebrantable.
Rebeca, su esposa, que apareció poco antes del candidato lanzando un mensaje con un fuerte contenido religioso, pidió a los simpatizantes orar con ella y aseguró que «vienen días de gloria».
En una de las principales avenidas de Valencia (centro) el equipo del aspirante, que cerró su campaña un día antes de lo pautado por el Consejo Electoral, montó castillos inflables para los más pequeños, un puesto desde donde se entregaron miles de sopas, así como una consulta médica con alrededor de 40 profesionales.
Una especie de campamento de ayuda humanitaria al que acudieron miles de personas mientras se escuchaban de fondo himnos religiosos al ritmo del rap y del reguetón.
María Delgado, de 54 años, estuvo sentada esperando a que la atiendan los galenos porque, dijo, con lo poco que gana en su taller de costura no le alcanza para pagar los medicamentos para su hipertensión y los útiles escolares para su hija de 14 años.
«La cuestión que se está viviendo ahora es bastante dura», afirmó, y agradeció que le hayan entregado medicamentos para su dolencia.
Comentó que no solo se acercó por las medicinas o la sopa sino porque quiere que Venezuela cambie a un país en el que «en verdad puedas tener más comodidades, no como en la que estamos ahorita».
Un poco más atrás en la cola para recibir atención médica estaba María Ortega, de 32 años, madre soltera de 3 hijos y que piensa parar sus planes de emigrar si Bertucci vence en los cuestionados comicios del domingo.
«Estoy apoyando al candidato Bertucci porque estamos cansados de la dictadura que tenemos, que en Venezuela ni siquiera tenemos libertad de expresión», afirmó molesta.
«Tengo la esperanza primeramente en Dios y después en Javier Bertucci» de un cambio en el país, añadió.
Cuando Bertucci apareció el griterío de la gente apenas le dejó repetir sus promesas electorales de sacar al país de la crisis económica de la que responsabiliza al «innombrable» Nicolás Maduro y de conseguir que los miles de venezolanos que han emigrado a raíz de la situación social y económica del país regresen lo antes posible.
El aspirante compareció tras más de una hora de actos musicales y una representación teatral en la que se expusieron las bondades y puntos fuertes de Venezuela, aspectos positivos que son secuestrados por un hombre, en clara alusión al chavismo, y que finalmente son rescatados por jóvenes con camisetas del candidato.
Uno de las consignas más repetidas por el gentío es sencilla y directa: «y va a caer, y va caer, este gobierno va a caer».
Mientras, a unas decenas de metros de la tarima digna de una estrella de la música desde la que el religioso habló, decenas de personas se agolparon para recibir un plato de sopa.
Cualquier objeto que pueda hacer de recipiente es válido, desde botellas cortadas por la mitad hasta termos de café y botes de mantequilla y mayonesa.
Xiomara Perozo, jubilada de 65 años, disfrutó de uno de estos caldos junto con su hijo, y aseguró que asistió a la concentración para «apoyar al candidato porque Bertucci tiene que ser el próximo presidente de Venezuela«.
En lo que en su momento fue un bote de comida china, Hermarlyn Seijas, comerciante de 42 años de Valencia, da cuenta de su sopa tratando de que los mensajes religiosos y la bandera venezolana no se le borren de su mejillas y la camiseta con la cara del candidato no se le manche.
«Estoy aquí por amor a Dios, por amor a mi país y porque amo a este hombre que Dios puso en este lugar, que lo envió como salvador de este pueblo para salvar a Venezuela«, afirmó.
Aseguró que Bertucci da sopas gratuitas porque «quiere que el pueblo no tenga hambre» y que la gente sepa «que la sopa no solo llena el estómago».
EFE