Elizabeth se indigna, pero como venezolana se toma las cosas con humor. «¡Somos un país de millonarios!», dice con sarcasmo, mirando espantada un viejo pizarrón acrílico en el mercado: «Cartón de huevos = 3.000.000».
«Eres millonario porque pagas semejante cantidad, pero tienes 36 huevos. El sueldo mínimo son 2.600.000. Con lo que trabajas en un mes, no lo puedes comprar», ilustró esta contadora jubilada de 64 años, otrora ferviente chavista.
Es la gran ironía: la Venezuela petrolera es un país de millonarios, pero arruinado. Elizabeth Torres no es la única en vociferarlo.
Entre puestos de verduras, carnes y zapatos de imitación, en el mercado de Chacao (este de Caracas) se oyen -como en todos- quejas por el costo de vida: el salario que menciona Elizabeth equivale a 32 dólares al cambio oficial y a apenas uno en el paralelo.
Cada día los venezolanos tienen que desembolsar -mejor dicho: deducir de la tarjeta bancaria, porque no hay billetes- cifras de siete u ocho dígitos para comprar la harina de las arepas, arroz, pan u otro carbohidrato que dé sensación de llenura.
Carmen Machado, de 57 años, fue despedida hace unos días de una empresa de limpieza de oficinas. Le dieron 5,8 millones de bolívares por cuatro años de servicio, lo que cuesta un kilo de carne.
Los precios son de locura. Suben al menos dos o tres veces por semana. Según el Parlamento, de mayoría opositora, la hiperinflación fue de 24.571% en los últimos 12 meses y acumuló 1.995% de enero a mayo.
«No vivimos, sobrevivimos»
En un puesto para mascotas, Olga Avilés, de 53 años, se debate entre comprar la comida del gato o un kilo de carne para la familia. «Siempre tiene que haber una cuota de sacrificio, si gasto en esto, no gasto en lo otro», explica a AFP.
«En Venezuela no vivimos, sobrevivimos: si tú compras frutas, no puedes comprar hortalizas, si compras granos no compras cereal», coincide Elizabeth.
Para facilitar el comercio y ante la falta de efectivo, Maduro dispuso en marzo sacar nuevos billetes, quitando tres ceros a la moneda. Se llamará «bolívar soberano», en contraposición al «dólar del imperio».
Pero en la realidad, aunque el gobierno vende en barrios populares ciertos alimentos subsidiados y la luz, agua y gasolina son casi gratis, muchos bienes y servicios están tasados en dólar negro, 30 veces el oficial.
Un pequeño sector con acceso a dólares sobrelleva mejor la situación. «Tenemos que pedir a familiares afuera que nos manden algo. Con lo tenemos aquí no podemos comer», dice Aurora González, de 71 años y cuyo hijo emigró, como lo hicieron cientos de miles de venezolanos en los últimos años.
Maduro, recién reelegido hasta 2025 en unos cuestionados comicios desconocidos por gobiernos de Europa y América, sostiene que la inflación es inducida, en una «guerra económica» para derrocarlo.
El economista Luis Vicente León atribuye el colapso al modelo económico intervencionista, al monopolio estatal de divisas y al control de precios y de cambio, que atiza el mercado negro del dólar.
«Nos manejamos en millones pero el país está en la quiebra», resume Aurora.
Poniendo y quitando ceros
La reconversión monetaria comenzaba el 4 de junio, pero Maduro la postergó dos meses a pedido de la Asociación Bancaria. Los sistemas electrónicos de bancos y comercios no estaban listos y tampoco los nuevos billetes.
León considera la medida una «obra de arte efímera»: «Quitar ceros a la moneda no apaga la candela que origina la hiperinflación».
El director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, advierte que sin estabilizar la economía «en 10 meses habrá que volver a quitar tres ceros».
Pragmáticos, muchos venezolanos ya los quitan al hablar. «Por comodidad y porque es un efecto sicológico. Uno dice cuesta 4.500; pero noooo… son 4,5 millones», señala Olga.
Será la segunda reconversión en 10 años. La primera, en 2008, ocurrió cuando el gobierno del fallecido Hugo Chávez (1999-2013) puso a circular el «bolívar fuerte», que también eliminó tres ceros.
Por mucho tiempo los billetes más grandes fueron de 100 bolívares y había que llevarlos en bolsas o mochilas para pagar cualquier cosa.
A fines de 2016, el gobierno sacó un cono monetario de entre 500 y 20.000. En 2017 la máxima denominación subió a 100.000, que ya no da ni para comprar un huevo. En la nueva reconversión, el de mayor valor será de 500 bolívares. Con los tres ceros es lo que hoy cuesta un café.
La inflación los devoró a todos. Sin transacciones electrónicas es imposible vivir en Venezuela, donde según sus principales universidades la pobreza escaló a 87% en 2017.
«Millonarios de mentiras, lo que estamos es más pobres», dice resignada Elizabeth.
afp