Del caso Weinstein, en proceso judicial, al de Plácido Domingo, sólo sustentado aún por denuncias verbales, se han multiplicado los testimonios de abusos en ámbitos como el cine, la música o el deporte. Muchos de ellos tienen en común el acoso sexual como arma de poder.
La explicación más repetida respecto a la inexistencia de denuncias de abuso sexual en el cine español ha sido, desde que en 2017 estalló el caso Weinstein, que no había nadie con tanto poder en nuestra industria como lo tenía el productor americano; aún así, algunas actrices sí denunciaron.
Es el caso de Leticia Dolera, Bárbara Rey, Aitana Sánchez-Gijón o Belén Rueda, que denunciaron públicamente cuando se les preguntó en medios de comunicación, pero no ante los juzgados.
Nadie del mundo del cine en España equivalía en poder a Harvey Weinstein, pero sí lo había en la música: Plácido Domingo, que según la única mujer que denuncia al tenor con nombre y apellidos -la soprano estadounidense Patricia Wulf- le presionaba para que tuviera relaciones con ella de un modo muy significativo: «¿Cómo le dices que no a Dios?».
«Reconozco que las normas y estándar de la actualidad son muy diferentes hoy de lo que eran en el pasado», se disculpa Domingo en una nota en la que ayer daba su versión ante los nueve testimonios, de ocho cantantes y una bailarina, que le acusaban de acoso sexual en los años ochenta.
El tenor, director de la Ópera de Los Ángeles y creador del concurso para jóvenes cantantes Operalia, sostiene en su defensa que «siempre» creyó que sus «interacciones y relaciones» con mujeres eran «bienvenidas y consensuadas».
Ese es, precisamente, el argumento con el que Weinstein, de 67 años, afrontará el 9 septiembre su juicio por varios delitos sexuales, violación entre ellos. Será, se supone, la recta final de una historia que también comenzó con una denuncia periodística: en octubre de 2017, The New York Times publica las acusaciones de las actrices Rose McGowan y Ashley Judd, entre otras.
Estas fueron las primeras acusaciones, las que provocaron todo un terremoto feminista en Hollywood que, articulado posteriormente bajo el movimiento «Me Too», señaló a otros presuntos agresores y acosadores sexuales como el director y productor Brett Ratner, el cómico Louis C.K., el excreativo de Pixar John Lasseter o el cineasta Bryan Singer, y saltó al mundo entero.
Y de Hollywood contaminó al mundo de la política, de los medios de comunicación, del deporte, la música… Las acusaciones abrieron incontables frentes, unos, con final judicial, como ha sido el caso de Bill Cosby, condenado y en prisión desde en 2018 por violación, y otros, acusados públicamente y exculpados por la justicia, como el actor Geoffrey Rush.
Señalados por acoso y violencia sexual, otros muchos nombres están aún en distintos momentos procesales; la denuncia contra el futbolista Cristiano Ronaldo, por ejemplo, se diluyó el pasado mes de junio cuando su presunta víctima la retiró y algo parecido le pasó a Neymar da Silva.
También es el caso del actor Kevin Spacey, liberado judicialmente una vez que su demandante retiró la denuncia. En este caso, la pena se le impuso en el terreno profesional: el dos veces ganador de un Óscar fue «sacado» de su serie de más éxito, «House of Cards» de manera inmediata y su trayectoria ha quedado seriamente dañada.
Castigado también en su carrera el cineasta Woody Allen, que vio en 2018 cómo revivía su hija Dylan Farrow las acusaciones por abusos ocurridos 25 años atrás, aunque nunca fueron probadas, mientras que Roman Polanski siguió trabajando en Europa tras huir de la justicia estadounidense que le había condenado a pena de cárcel por violación de una menor.
Quedan acusaciones aún por juzgar contra los actores Dustin Hoffman, Morgan Freeman, Jeffrey Tambor, Nicolas Cage o Steven Seagal; contra el escritor Junot Díaz, ganador del premio Pulitzer en 2008; contra el músico Ryan Adams, el entrevistador de la CBS Charlie Rose o los fotógrafos Terry Richardson o Bruce Weber, entre otros. EFE