L
os restos del dictador español Francisco Franco fueron exhumados en la mañana del jueves después de 44 años en la Basílica del Valle de los Caídos, la gran obra monumental de la dictadura construida en su mayoría por reclusos del bando republicano. Allí, en ese complejo, todavía quedaron el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera, creador del partido fascista de La Falange, y los de más de 33.800 caídos de uno y otro bando durante la Guerra Civil española (1936-1939).
Tras unos días de ensayos en los que tanto la maquinaria como los equipos ultimaron todos los preparativos, la ceremonia se produjo sin mayor incidencia. Allí estuvieron presentes 22 miembros de su familia, los servicios funerarios, dos religiosos de la Basílica y la Ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, en calidad de notaria mayor del Rein
Los restos del cuerpo del dictador fue trasladado en helicóptero desde el Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio, lugar en el que descansan los restos de su mujer, Carmen Polo.
Este acontecimiento se dio 44 años más tarde de su muerte, el 20 de noviembre de 1975. Desde entonces, siempre ha habido especial controversia, especialmente entre los sectores progresistas españoles, sobre la presencia del dictador en una construcción de obra pública, alzada por prisioneros del bando republicano a su imagen y semejanza. Pese a que Franco no ordenó expresamente ser enterrado allí, el Gobierno de Carlos Arias Navarro, formado tras su defunción, entendió que el Valle de los Caídos era el lugar idóneo para darle sepultura.
La exhumación, medida estrella que anunció el Partido Socialista tras su llegada al Palacio de la Moncloa en junio de 2018 a través de la moción de censura a Mariano Rajoy, no se había podido llevar a cabo hasta ahora, a una semana del inicio de una nueva campaña electoral que culminará con la repetición de comicios el próximo 10 de noviembre. Coincidencia o no con los plazos, el acontecimiento ha sido duramente criticado por los partidos de la oposición, que lo consideran un acto de precampaña.
Sin embargo, en mayo de 2017 ese mismo grupo político anunció un proyecto no de ley que ya solicitaba la retirada del cuerpo del dictador del Valle de los Caídos, un escenario que entonces no prosperó bajo el gobierno del conservador Rajoy. Con la llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia se iniciaron los trámites, que, tras más 15 meses de litigio con la familia, terminaron el pasado 23 de septiembre cuando el Tribunal Supremo dio luz verde a la exhumación de los restos del dictador, hasta hoy.
Ver más: La tumba de Francisco Franco atrae a miles de turistas cada año, ¿y ahora?
“Es una noticia agridulce”, comentó Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica a El Espectador. “Por un lado, tiene una carga simbólica muy potente, pero, por otra parte, no es una buena noticia para la democracia que los restos del dictador pasen de un edificio de propiedad pública, a otro con la misma denominación. De alguna manera el gobierno está obligando a las víctimas de la dictadura a pagar por ello, lo que no demuestra, sino el abandono de las víctimas por parte de las instituciones”, añadió el representante de la organización. La Basílica del Valle de los Caídos, símbolo de la dictadura franquista, comenzó a levantarse el 1° de abril de 1940, en el primer aniversario de la victoria del bando nacional en la guerra.
“Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada”, escribió el propio Franco en el decreto para su construcción.
En 1959 se inauguró como “símbolo de la reconciliación”, según el propio dictador, que, tras la caída del nazismo alemán y su apertura internacional, optó por dotar a su régimen fascista de un cariz más nacionalcatólico. No obstante, el lugar nunca se ha tratado con ese espíritu. Al menos hasta ahora, que el gobierno tiene que explorar cuál va a ser la nueva función de la Basílica, que puede convertirse próximamente en un museo donde contemplar los estragos de la dictadura, como sucede en Berlín.
L
os restos del dictador español Francisco Franco fueron exhumados en la mañana del jueves después de 44 años en la Basílica del Valle de los Caídos, la gran obra monumental de la dictadura construida en su mayoría por reclusos del bando republicano. Allí, en ese complejo, todavía quedaron el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera, creador del partido fascista de La Falange, y los de más de 33.800 caídos de uno y otro bando durante la Guerra Civil española (1936-1939).
Tras unos días de ensayos en los que tanto la maquinaria como los equipos ultimaron todos los preparativos, la ceremonia se produjo sin mayor incidencia. Allí estuvieron presentes 22 miembros de su familia, los servicios funerarios, dos religiosos de la Basílica y la Ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, en calidad de notaria mayor del Rein
Los restos del cuerpo del dictador fue trasladado en helicóptero desde el Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio, lugar en el que descansan los restos de su mujer, Carmen Polo.
Este acontecimiento se dio 44 años más tarde de su muerte, el 20 de noviembre de 1975. Desde entonces, siempre ha habido especial controversia, especialmente entre los sectores progresistas españoles, sobre la presencia del dictador en una construcción de obra pública, alzada por prisioneros del bando republicano a su imagen y semejanza. Pese a que Franco no ordenó expresamente ser enterrado allí, el Gobierno de Carlos Arias Navarro, formado tras su defunción, entendió que el Valle de los Caídos era el lugar idóneo para darle sepultura.
La exhumación, medida estrella que anunció el Partido Socialista tras su llegada al Palacio de la Moncloa en junio de 2018 a través de la moción de censura a Mariano Rajoy, no se había podido llevar a cabo hasta ahora, a una semana del inicio de una nueva campaña electoral que culminará con la repetición de comicios el próximo 10 de noviembre. Coincidencia o no con los plazos, el acontecimiento ha sido duramente criticado por los partidos de la oposición, que lo consideran un acto de precampaña.
Sin embargo, en mayo de 2017 ese mismo grupo político anunció un proyecto no de ley que ya solicitaba la retirada del cuerpo del dictador del Valle de los Caídos, un escenario que entonces no prosperó bajo el gobierno del conservador Rajoy. Con la llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia se iniciaron los trámites, que, tras más 15 meses de litigio con la familia, terminaron el pasado 23 de septiembre cuando el Tribunal Supremo dio luz verde a la exhumación de los restos del dictador, hasta hoy.
Ver más: La tumba de Francisco Franco atrae a miles de turistas cada año, ¿y ahora?
“Es una noticia agridulce”, comentó Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica a El Espectador. “Por un lado, tiene una carga simbólica muy potente, pero, por otra parte, no es una buena noticia para la democracia que los restos del dictador pasen de un edificio de propiedad pública, a otro con la misma denominación. De alguna manera el gobierno está obligando a las víctimas de la dictadura a pagar por ello, lo que no demuestra, sino el abandono de las víctimas por parte de las instituciones”, añadió el representante de la organización. La Basílica del Valle de los Caídos, símbolo de la dictadura franquista, comenzó a levantarse el 1° de abril de 1940, en el primer aniversario de la victoria del bando nacional en la guerra.
“Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada”, escribió el propio Franco en el decreto para su construcción.
En 1959 se inauguró como “símbolo de la reconciliación”, según el propio dictador, que, tras la caída del nazismo alemán y su apertura internacional, optó por dotar a su régimen fascista de un cariz más nacionalcatólico. No obstante, el lugar nunca se ha tratado con ese espíritu. Al menos hasta ahora, que el gobierno tiene que explorar cuál va a ser la nueva función de la Basílica, que puede convertirse próximamente en un museo donde contemplar los estragos de la dictadura, como sucede en Berlín.