El Estado de California era este domingo una hoguera preparada para arder y con su población en estado de alerta. La sensación de peligro inminente de norte a sur fue alimentada durante una semana de temperaturas extremas para esta época del año, fuertes vientos y las constantes advertencias de las compañías eléctricas de que podían cortar la luz a millones de personas en cualquier momento ante el peligro de que su deficiente infraestructura provocara el chispazo fatal, como ha ocurrido ya en varias ocasiones. El gobernador, Gavin Newsom, declaró el domingo el estado de emergencia para poder movilizar todos los recursos disponibles.
Las autoridades de California han decidido evitar por todos los medios las tragedias de 2018 y 2017 aunque eso signifique alterar gravemente la vida de cientos de miles de personas y provocar una sensación de caos sin precedentes recientes. En el centro del debate está la principal compañía eléctrica del Estado, Pacific Gas and Electric (PG&E). Ante la previsión de altas temperaturas y fuertes vientos este fin de semana, anunció que cortaría la luz a alrededor de 940.000 clientes (unos dos millones de personas) y que esos cortes podrían durar hasta el lunes. Así, en condicional. Ni el número de personas afectadas ni la duración son seguras.