Asustados por la llegada de enormes manchas de petróleo que transformaron sus playas paradisíacas en «alfombras negras», los habitantes del estado brasileño de Pernambuco se organizaron rápidamente para limpiar el lugar. Pero dos semanas después, con las playas ya despejadas, temen que sea demasiado tarde para salvar la temporada turística que se avecina.
Los habitantes de las playas de Paiva, Itapuama y Enseada dos Corais, unos 30 km al sur de la capital del estado, Recife, cuentan indignados que cuando el alba del 21 de octubre trajo aquella espesa marea negra -casi dos meses después de la aparición de las primeras manchas más al norte- estaban solos, sin materiales de protección ni conocimiento sobre cómo hacer frente al desastre.
Pescadores, guías locales, trabajadores de la playa y vecinos se lanzaron al mar para intentar capturar la masa viscosa que se balanceaba con las olas, trayendo un olor penetrante de combustible.