Los cuatro equinos recorren la urbanización del oeste de la ciudad. Comen de la basura y toman agua contaminada, corren el riesgo de ser atropellados y son maltratados, nadie vela por ellos
Dos caballos de pelaje castaño, otro blanco y un potrillo deambulan día y noche en busca de comida y refugio en el oeste de la ciudad. No se les conoce dueño ni se encuentran en el campo. Desde hace tres años los equinos conviven con la comunidad de las Lomas de Urdaneta, en Catia, una populosa urbanización donde la presencia de estos animales se volvió cotidiana.
Se les encuentra siempre en manada, comiendo maleza o desechos en los vertederos de basura, cerca de las canchas o entre los edificios. Para los vecinos de las Lomas observar a los cuatro caballos genera opiniones y reacciones diversas.
Aunque son dóciles y rara vez se encabritan, los habitantes de la zona comentan que de noche se les escucha relinchar. En ocasiones, al pasear por la carretera, quedan expuestos a ser atropellados por los carros y motos que transitan las deterioradas vías del sector. En los días lluviosos están desprotegidos del característico frío que desciende de El Junquito y que se cierne en forma de neblina sobre la comunidad.
Lo cierto es que la mayoría coincide en que el lugar –eminentemente urbano– no es el más idóneo para la crianza y mantenimiento de estos animales, que aparecieron a mediados del año 2016 y de los que se desconoce la procedencia exacta.
Un vecino de la zona que prefirió mantenerse en el anonimato relató a un equipo periodístico del portal Crónica.Uno que al principio eran solo dos caballos y que estaban a cargo de los grupos de choque del bloque 5. “No sé con qué finalidad los trajeron ni de dónde exactamente, pero hace como 10 meses se desentendieron totalmente de ellos”, aseguró.
La fuente comentó que durante un tiempo los animales fueron utilizados para amenizar las actividades y fiestas infantiles organizadas por la comunidad. Sin embargo, luego de tres años nadie se conduele de ellos, a todos se les notan las costillas y están deshidratados. Hurgan en las bolsas de basura y comen plástico, papel, maleza y otros desechos. También toman el agua contaminada que mana de los botaderos que inundan algunas calles de la urbanización.
Hacemos un llamado a las organizaciones defensores de animales para que hagan algo por estos caballos que están abandonados. Por favor vengan a rescatarlos”.
Desprotegidos
A finales de febrero de este año nació un potrillo detrás de la cancha del bloque 9. Con él y otro equino adulto de pelaje blanco –que llegó en circunstancias igualmente desconocidas– son ahora cuatro los caballos que recorren la zona. No obstante, ha sido el pequeño mamífero de solo unos nueve meses de edad el más maltratado de todos.
Exequiela Martins, vocera y habitante del bloque 8, aseguró que el potrillo se convirtió en el blanco de las maldades de los niños y adolescentes de la zona: “Veo que lo montan a la fuerza y le pegan con palos en la trompa. De noche los pobres animales se quejan porque la gente ociosa les hace daño”.
Betania Franquis/Crónica.Uno