La viabilidad de este instrumento de intercambio económico tiene que ver con su independencia, con su autorregulación a través de las leyes del mercado y, sobre todo, con su independencia de cualquier agenda o interés ajeno a la criptomoneda en sí misma
De cara al cada vez más complejo panorama económico que padece Venezuela, una de las más recientes noticias en las últimas semanas es la reflotación del petro como alternativa de transacciones dentro del territorio nacional, con el fin de supuestamente resolver trámites cotidianos que se han hecho cuesta arriba por la volatilidad del panorama financiero del país.
Como muchos ya saben, el petro es una criptomoneda creada por el gobierno venezolano en 2017, que en teoría está respaldada por nuestras reservas petroleras. El asunto ya había sido mencionado en el año 2009, como la posibilidad de una moneda virtual respaldada en reservas petroleras. Tomó fuerza en 2016, tras conocerse de la emisión de instrumentos financieros similares con respaldo en reservas de oro.
Sin embargo, desde su concepción esta idea ha sido cuestionada dentro y fuera del país.
La crítica más elemental es que esta moneda virtual sea emitida por un Estado o gobierno. Y es que la viabilidad de este instrumento de intercambio económico tiene que ver con su independencia, con su autorregulación a través de las leyes del mercado y, sobre todo, con su independencia de cualquier agenda o interés ajeno a la criptomoneda en sí misma. Eso es algo que contradice los intereses o propósitos que pudiera tener cualquier tercero que esté tras la iniciativa; más aún al tratarse de un ente gubernamental, cualquiera que este sea, el cual obviamente tiene tanto una agenda como unos intereses.
El petro ha desaparecido y reflotado en las conversaciones de opinión pública, sin terminar de definirse exactamente qué es, para qué sirve, cuánto vale y cuáles son los patrones de referencia de su valor.
En todo caso, la idea de que un gobierno o Estado emita una criptomoneda, podría ser potable en tanto y en cuanto ese ente emisor tuviera unas finanzas prístinas y ordenadas. Lamentablemente no es el caso de nuestro país en este momento, y ello solamente echa más leña al fuego de quienes no creen en el ya famoso petro.
Lo cierto es que, barajando las opciones para conseguir una válvula de escape al complicado panorama económico nacional, parece que fuera un buen momento para echarle mano a una moneda virtual que haga un poco más llevadera la vida.
Y es que con los reiterados incrementos en los precios, el nuevo bolívar soberano también se ha convertido en inmanejable para la cotidianidad, como ya lo fuera el bolívar fuerte y su antecesor, el bolívar.
Es así como nos enteramos de la novedad de que algunos entes públicos anuncian que sus gestiones podrían ser canceladas en petros. También la banca pública anuncia que será posible transar en esa divisa en sus taquillas. Por si fuera poco, hasta se habla de una “Petro Shop”, que no sería otra cosa que uno de esos mercados virtuales de compra-venta en línea, tan populares bajo denominaciones comerciales como “Mercado Libre”. El asunto es que este solamente permitiría transacciones con la criptomoneda que supuestamente está garantizada con las reservas petroleras.
También se ha propuesto que la utilicen quienes necesitan hacer transacciones por inmuebles o vehículos, e incluso que las empresas lleven una doble contabilidad en bolívares soberanos y petros.
Todo esto suena a que la criptomoneda podría colarse en la cotidianidad nacional. Pero, ¿será posible? A estas alturas del partido, cualquier cosa que suene a alivio en la complejidad del día a día de nuestro país, es bienvenida.
Pero el problema es que el petro, al parecer, es mucho más virtual de lo que debería ser.
La comisión de economía del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), emitió un comunicado en el cual hace observaciones a esta nueva posibilidad de transacción económica.
Consideran que “resulta innegable la importancia y relevancia que tiene el uso de las criptomonedas en Venezuela, dada la limitación que sufren las empresas y los ciudadanos venezolanos para darle movilidad por diversos factores a su dinero en bolívares”.
Sin embargo, agregan que “la estrategia de uso del mismo pareciera por los momentos no tener ningún tipo de conectividad con el Banco Central de Venezuela. No existe una política económica consistente y armónica detrás del petro, lo cual simplemente sigue aumentando la incertidumbre y las dudas en torno al proyecto”.
A lo cual se agrega un obstáculo de tipo netamente práctico: las irregularidades en las prestaciones de los servicios eléctrico y de internet en el país convierten cualquier tipo de transacción electrónica en un ejercicio de azar y fortuna.
Lamentándolo mucho, nos sentimos pesimistas. Y es que, aún comprando la posibilidad de que sea una propuesta hecha con la mejor intención, siempre cabe recordar aquello de que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”.