Los disturbios, que se pensaba iban a disminuir con el cacerolazo nacional en Bogota, se transformaron en una gran jornada de violencia en diferentes puntos de la ciudad, que obligó a las autoridades a restringir la movilidad y aún así hubo saqueos.
Seguido de esto, los actos de vandalismo se regaron como un virus. En Ciudad Bolívar y Kennedy, además de los enfrentamientos, hubo intentos de robos en conjuntos residenciales que se sumaron a saqueos y afectaciones en TM. Un grupo de delincuentes se apoderó de un bus del SITP, que luego usaron para ingresar a la fuerza y saquear un supermercado. En la estación de TM de Patio Bonito varios encapuchados sacaron el dinero de la máquina de recarga de tarjetas.
A las 3:40 p.m. el balance que entregaba el Distrito hablaba de daños a 36 buses del sistema (un alimentador, 33 zonales y dos provisionales) y 38 troncales, así como un conductor herido. De la violencia ni siquiera se salvó el cacerolazo, que se programó a las 5:00 de la tarde, en la Plaza de Bolívar. Lo que pretendía ser un contrapeso a la violencia fue rápidamente censurado por el Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios), que dispersó a la multitud a punta de gases lacrimógenos.
En barrios como Molinos (Rafael Uribe) y Meissen (Ciudad Bolívar) los disturbios y los saqueos se prolongaron hasta altas horas de la noche. Vecinos de Soacha y localidades del occidente seguían denunciando a grupos de vándalos armados que intentaban meterse a robar a los conjuntos residenciales.