Un grupo de voluntarias se reúne a limpiar, peinar y remendar juguetes que salen de este “centro asistencial” particular, para repartir alegría entre los más pequeños
Entre la boscosidad de Los Chorros se esconde un hospital poco convencional, que no recibe personas, sino a unos pacientes peculiares que, aunque inanimados, también necesitan de cuidados.
Es la casa de Lilian Gluck, fundadora del llamado Hospital de Peluches, donde los espacios están rebosados por juguetes que no paran de llegar desde hace un año. Barbies, peluches de distintos tamaños, muñecas de trapo, son atendidos por las “doctoras y enfermeras” de este particular centro asistencial.
“Nada se desecha, aquí todo lo reciclamos”, cuenta Lili, mientras recibe a un par de nuevas voluntarias. En un cuarto amplio, sobre una cama, se encuentran algunos juguetes que ya están listos para salir a la calle.
Gluck explica que es esencial que cada muñeca se lave, se peine, se le ponga ropa y quede impecable. El proceso se repite con los peluches. Unos van al área de lavado y los que necesitan ser cosidos pasan a “terapia intensiva”.
Un grupo de voluntarias se reúne para limpiar, peinar y remendar los juguetes. En la mesa donde están las tijeras, los hilos y los botones nada se pierde. A los pacientes que necesitan menos cuidados solo se les pasa un paño húmedo. En la jornada hay risas. Si entre los peluches aparece un Topo Gigio, los presentes rápidamente recuerdan su infancia y se van al programa infantil de los 60.
Para Lilian, es fundamental que cada juguete sea entregado “con dignidad y respeto” y que las personas aprendan a dar.
“Todo el mundo debe aprender a dar. Nos ha pasado en los lugares donde vamos que sale una chiquilina y nos regala su juguete. Esa y muchas otras cosas son la idea de este proyecto”, cuenta entusiasmada.
Las horas transcurren entre zurcidos, cambio de ropa y lavados. A los “pacientes” que están listos se les ata un lazo en el cuello o se les cuelgan chupetas y entonces son, por fin, aptos para conocer a sus nuevos dueños en otros centros de atención o en lugares de bajos recursos. En el primer caso, Lilian explica que los niños que están internados merecen pasar un rato fuera de su condición de hospitalizados y entrar en el mundo de las fantasías de la mano de los juguetes.
El Hospital de Peluches acepta donaciones de distintas partes del mundo. Durante la primera semana de diciembre se preparan para recibir más de 50 kilos de peluches que vienen de Tenerife. Los organizadores aspiran llegar estos días a lugares más alejados de Caracas. Uno de los destinos fijos para los juguetes es el estado Vargas.
A este centro con pacientes de algodón llegan muchísimas manos a trabajar y también juguetes que se van con una encomienda especial: llevar alegría a los niños de Venezuela.
Para más información o contacto revise la cuenta de El Hospital de Peluches en Instagram.
Ariadna García/Crónica.Uno