Los bodegones aprovechan las excepciones y exoneraciones legales para traer al país medicamentos que no son verificados por autoridades sanitarias. Los altos precios hacen inalcanzables estos productos para la mayoría de la población
Exhibidos como productos de lujo. Antipiréticos, analgésicos antigripales, vitaminas, sedantes y antiinflamatorios son parte de la cada vez más variada oferta de medicamentos que se ofrecen en bodegones de Caracas.
El fenómeno, que derivó de la desordenada e improvisada dolarización que se consolidó en Venezuela durante el año 2019, representa un riesgo para la salud. Según la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven) ninguno de estos establecimientos posee permisos sanitarios para la importación de medicinas.
En un recorrido realizado por un equipo periodístico del portal El Pitazo se corroboró que los fármacos ocupan cada vez más espacio en estos expendios. Sin embargo, en muchos casos no cuentan ni con inscripción en el Registro de Información Fiscal, requisito exigido por Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) para el funcionamiento legal de empresas y comercios.
En vitrinas de locales del centro comercial Sambil, en el municipio Chacao, sitio en el que hay cinco bodegones de distinto tamaño, los precios del paracetamol, indicado en casos de fiebre o dolores leves, va de los 25 a los 35 dólares en una presentación de 400 pastillas de 200 miligramos.
Es decir, este medicamento esencial puede costar más de 2 millones de bolívares, a la tasa del Banco Central de Venezuela del 8 de enero. El precio equivale a casi seis salarios mínimos.
Sin control
Aunque no existe una regulación sobre la forma de comercialización de estos fármacos, la mayoría de fabricación estadounidense, los precios son similares en todos los locales, incluso en los pequeños kioskos como una especie de precios acordados por los participantes de este negocio en expansión.
En el municipio Libertador, en locales ubicados en El Silencio y La Candelaria, en el centro de la ciudad, la oferta de medicinas está conformada casi exclusivamente por vitaminas. Un envase Centrum de 275 tabletas supera los 2 millones de bolívares, o 30 dólares, que es el equivalente en divisas.
Uno de los comercios pioneros en la venta de productos importados es el restaurant Ciné Cittá, que se localiza en Bello Monte, municipio Baruta. En el local se ofrecen sobre todo vitaminas, en especial prenatales o de venta sin récipe.
Desde Alka-Seltzer, conocido antiácido que desapareció de las farmacias en medio de la crisis por desabastecimiento de medicinas, hasta acetaminofén se ofrecen por 20 y 30 dólares, respectivamente.
La popular aspirina, que sirve para tratar fiebre y el dolor, es la más común en bodegones de este a oeste de Caracas. En ninguno caso los envases tienen el sello que garantiza la revisión del Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria (SACS) para su distribución y venta en el país.
Sin ley ni remedio
Ni las fechas de elaboración y vencimiento, ni los números de lote correspondientes a la verificación nacional. Los productos, que se exponen en vitrinas cerradas con llave, solo cuentan con la certificación de origen. Esto dificulta una inspección para constatar los componentes y procedencia de las materias prima en casos de intoxicación, recordó Freddy Ceballos, presidente de la Fefarven.
Ceballos insistió en que con la ausencia de certificación nacional de los productos farmacéuticos que se venden sin registro sanitario se incumple el régimen especial, de carácter transitorio, para la importación y comercialización de este rubro.
“Se ha incentivado el crecimiento y consolidación de este tipo de establecimientos en detrimento de la industria nacional. Porque aunque son negocios de nicho, esto limita el mercado a los productores venezolanos que con grandes esfuerzos se mantienen en el país”, reclamó.
En la resolución del Ministerio de Salud, publicada en Gaceta Oficial 41.610 del 4 de abril de 2019, se establece la importación, venta y distribución de fármacos se hará a través del permiso sanitario otorgado por el SACS.
RECUADRO
Escasez sin cura
La medida dispuso de una disminución de controles para la adquisición de medicinas y mantener el flujo de importación. Mientras las empresas se adaptaban a las sanciones impuestas por Estados Unidos, en las que se fijaron excepciones para las transacciones de alimentos y medicinas.
“Lo más grave no es el daño a la industria nacional, sino que ni siquiera estos productos mejoran la disponibilidad de medicinas para los venezolanos. Ahora la población está expuesta al riesgo de consumir unas medicinas que no fueron evaluadas por los organismos nacionales. Puede ser peor el remedio que la enfermedad”, lamentó.
El auge de los bodegones y la ampliación de la oferta de productos se debe a la exoneración del pago de aranceles. El gobierno suspendió el pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y la Tasa por Determinación del Régimen Aduanero a las importaciones definitivas de bienes muebles corporales, nuevos o usados.
Esta disposición, que se extendió hasta el mes de junio, como consta en el decreto 4.080 del pasado 26 de diciembre de 2019, facilita la entrada de 3.275 categorías de productos libres de impuestos. Con esto el gobierno buscó la cura para el mal de la escasez, que resultó más caro, excluyente y riesgoso que el problema.
Jesús Barreto A./El Pitazo