No solo hay que subrayar que nuestro país es, por mucho, el que tiene la inflación más alta del mundo. Según lo que fueron las proyecciones del Fondo Monetario Internacional para el año pasado, nos seguían Zimbabue (73,4 %), Sudán (49,6 %) e Irán, con un 37,2 %
Con la llegada del año 2020, contamos finalmente con toda la información necesaria para analizar lo que fue el pasado 2019 en materia económica para Venezuela. Un período sin duda desquiciado, que nos llevó a situaciones francamente inimaginables. Y lo que es peor, amenazan con prolongarse y agravarse en el futuro inmediato, ya que las distorsiones que generaron nuestros problemas siguen presentes y creciendo a pasos agigantados.
El diputado de la Asamblea Nacional Ángel Alvarado informó a nombre de la Comisión de Finanzas del ente legislativo, que la inflación acumulada durante 2019 fue de 7 mil 374,4 %, cifra igual para la inflación interanual diciembre 2018-diciembre 2019. Mientras tanto, el pasado mes de diciembre cerró con una inflación de 33,1 %.
“Nos mantenemos en una senda de alta inflación”, fueron las palabras del parlamentario, para sintetizar el escenario actual de Venezuela, derivado de las cifras del año que recientemente terminó.
Y no solo eso, hay que subrayar que nuestro país es, por mucho, el que presenta la inflación más alta del mundo. Según lo que fueron las proyecciones del Fondo Monetario Internacional para el año pasado, nos seguían Zimbabue (73,4 %), Sudán (49,6 %) e Irán, con un 37,2 %.
De esta manera, el poder Legislativo venezolano está supliendo desde el año 2017 información sobre cifras que deberían ser suministradas por el Banco Central de Venezuela y que han brillado por su ausencia, quizá por una reticencia a admitir la gravedad de la situación o porque sencillamente cualquiera se pierde al intentar medir estos indicadores en nuestro país.
La cámara legislativa elabora el índice con base en los precios de una cesta de bienes y servicios representativa del consumo del venezolano, a los que se les asignan unos pesos relativos, manteniendo la metodología que seguía el Banco Central para elaborar la Encuesta de Precios.
Para hacernos una idea de lo que enfrentamos, nos podemos ir a revisar por categorías el comportamiento inflacionario. Los precios de los alimentos y las bebidas no alcohólicas aumentaron 45,5 % en diciembre, en tanto que los de bebidas alcohólicas y tabaco subieron 59 %, vestido y calzado se incrementó en 39 % y hoteles y servicios subió en 60,2 %. En síntesis, en Venezuela es “normal” que cualquier rubro registre en un mes un incremento de precios superior al aumento total anualizado de la inflación en cualquiera de los países con más alta tasa inflacionaria del mundo.
Regresando a la exposición de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, el vocero recalcó la conclusión más inquietante, y es la profundización de las diferencias sociales que se da por causa de la inflación.
Y es que, a juicio del parlamentario, la hiperinflación significa exclusión. Explicó que esto se debe a que se abre una brecha entre aquellos que tienen bolívares y quienes pueden acceder a remesas.
Y esto nos abre las puertas a comentar la otra noticia insólita que cerró el ciclo 2019 en el país: la dolarización de facto.
Una práctica subterránea pero conocida por todos, cada vez más creciente, abonada e impulsada por un control de cambios innecesario y complicado, que terminó por romper las barreras de lo que era un secreto a voces: la inoperatividad de la moneda nacional, ante una economía fuera de control, cuya inflación el mismo FMI llegó a calificar de “incalculable” el año pasado.
Voceros de ciertos sectores oficiales anunciaron finalmente y para sorpresa de muchos, que el satanizado dólar era bienvenido a la economía nacional. Sin embargo, se ha dado una dolarización de hecho, en la cual unos tienen acceso a la preciada moneda estadounidense y otros no.
Hay quienes reciben remesas de familiares en el exterior, mientras otros tienen la suerte de poder hacer trabajos para terceras naciones que pagan sus servicios en divisas, entre otras fuentes de suministro de esa moneda a la economía nacional.
Sin embargo, para otros, no hay alternativa al ya devaluado bolívar soberano, que hay que cargar encima en cantidades enormes para poder adquirir una cantidad ínfima de bienes.
Y todo se debe a que esa dolarización ha ocurrido sin la tutoría de un gobierno responsable, como se ha practicado en otras naciones, mediante instrumentos como la caja de conversión. Aquí, el dólar entró como río en conuco, llevándose por delante todo lo que no fuera más fuerte que él. Es decir, a prácticamente todos los sectores de la economía nacional.
En realidad, esa dolarización ha sido un pañito caliente –otro más– para correr la arruga del cataclismo prolongado que ha desmantelado las finanzas nacionales, tanto como las personales y familiares. Pero las cifras que plasman el resultado de haber dejado la economía a su suerte, están a la vista y no se pueden esconder sus consecuencias.
EPÍGRAFE
“Hay quienes reciben remesas de familiares en el exterior, mientras otros tienen la suerte de poder hacer trabajos para terceras naciones que pagan sus servicios en divisas”…