La bola está ahora en el campo de la oposición, que no puede ignorar que existe un marco básico de estabilidad y que las turbulencias que puedan generarse tendrían lugar al interior de esas coordenadas, lo que conduce a que cualquier eventualidad sea canalizada dentro de los parámetros constitucionales y la lógica democrática del gobierno de la mayoría
El anuncio del presidente sobre su posible retiro del cargo por agravamiento de su enfermedad no ha dado origen a una severa crisis de gobernabilidad. La razón es que en ningún otro momento de estos largos catorce años ha habido tanta estabilidad como ahora. En lo social, la preminencia de los sectores populares es más nítida que antes. El cuadro internacional, mucho menos hostil. El respaldo de la Fuerza Armada, más consistente. La base electoral, holgada. El modelo económico social, ampliamente aceptado, incluso por quienes votan por la oposición. El elenco dirigente del Psuv, ampliado, con nuevas vocerías y liderazgos que antes no existían.
Por otra parte, la estabilidad política también se ha reforzado en la medida en que el Gobierno ha avanzado en delimitar las coordenadas del sistema que se propone desarrollar. Se ha anunciado, con mayor precisión, que no se marcha hacia el modelo económico tradicional de los países comunistas, caracterizado por la estatización de todas las empresas, el control absoluto del mercado y una rígida planificación centralizada. Se plantea un esquema distinto, en el que cohabitarán tres sectores: el estatal, el privado y el comunal. Todo esto contribuye a la estabilidad porque se ilumina mejor el panorama futuro.
Como las sectas que esperan el fin del mundo, sectores de la oposición venezolana apuestan a que un acontecimiento sobrevenido coloque en sus manos las llaves de Miraflores. Consideran que hay “un vacío de poder”, que los chavistas “están en retirada”, que “el país está al garete”. Hablan de vuelco “inminente” y consideran que automáticamente el chavismo pierde el poder, como si se tratara de la profecía maya del fin del mundo.
Lo que ha sido planteado por el presidente es que en caso de agravamiento de su salud, o de un desenlace fatídico, el rumbo a seguir es el pautado en el texto constitucional. Si, luego de la nueva intervención quirúrgica prevista, Chávez no está en condiciones de ejercer el cargo, solicitaría su inhabilitación ante la Asamblea Nacional y quedaría al frente del Ejecutivo el actual Vicepresidente. Posteriormente se celebrarían nuevas elecciones presidenciales en 2013, para las que el Psuv tiene como candidato a Nicolás Maduro. El esquema es legal, claro y preciso. Del lado gubernamental no están planteada ni la renuncia al ejercicio del poder ni se han producido divisiones o disensiones que anulen su voluntad de contender. El esquema de los pasos a seguir es legal, claro y preciso.
La bola está ahora en el campo de la oposición, que no puede ignorar que existe un marco básico de estabilidad y que las turbulencias que puedan generarse tendrían lugar al interior de esas coordenadas, lo que conduce a que cualquier eventualidad sea canalizada dentro de los parámetros constitucionales y la lógica democrática del gobierno de la mayoría. En lugar de salidas mágicas o catastróficas, a la oposición le corresponde escoger con prontitud un candidato presidencial. Como se sabe, Henrique Capriles Radonski está siendo vetado por los partidos tradicionales para una nueva postulación y las posibilidades de unas primarias son muy difíciles, por el tiempo que requiere su organización. Luego del 16 de diciembre tendría la MUD que establecer la metodología para la selección del candidato. Tarea pendiente.
Leopoldo Puchi