La actividad comercial se redujo en la zona tras las medidas preventivas que se tomaron en el municipio. Uno de los dos casos confirmados en Venezuela es residente de esa jurisdicción.
En El Hatillo fue fácil estacionar el carro alrededor de la plaza Bolívar. “Es un día atípico”, coincidían los pocos vendedores que sí abrieron sus locales. No hubo fresas con crema ni comelonas de churros en los bancos de la plaza. Los pocos que estaban en el lugar, tomaban su bolsa de pan o de dulces y se iban.
“Le sirvo el café, pero para llevar”, dijeron en una panadería. En la pared de la entrada de la Alcaldía de El Hatillo está pegada la Gaceta Municipal que contiene las medidas decretadas para hacer la contención del covid-19, un nuevo coronavirus que estalló en la ciudad de Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El 11 de marzo fue declarado pandemia por la Organización Mundial de Salud (OMS). La última actualización de la OMS da cuenta de 142.649 casos confirmados en 135 países, con 5393 muertes.
Uno de los dos casos positivos que confirmó el 13 de marzo la vicepresidenta Delcy Rodríguez, es residente de este municipio, por lo cual el alcalde de El Hatillo, Elías Sayegh, prohibió: aglomeraciones de personas, actividades culturales, deportivas y nocturnas. Los restaurantes solo podrán vender comida para llevar, evitar salir de casa y la obligatoriedad de utilizar tapabocas en cualquier espacio público.
De hecho, el presidente Nicolás Maduro decretó estado de alarma constitucional y evalúa suspender actividades laborales.
Desde el viernes 13 de marzo, cuando fueron tomadas estas medidas, el municipio El Hatillo comenzó a lucir desolado en los lugares públicos. Marlon Vargas, encargado de una tienda de churros, cuenta que apenas vendió un kilo de harina, equivalente a cinco docenas de churros. Lo rutinario es que salgan ocho kilos de harina. A la 1:00 pm de este sábado, no había vendido nada. “No es el movimiento que estamos acostumbrados a ver un sábado aquí en El Hatillo”.
A Nefertty Maldonado le sorprende que haya puestos para estacionar vehículos. Esta soledad también se traduce en ventas. Abrió su local de frutas y artículos artesanales a las 11:00 am. Pasadas la 1:00 pm nadie había entrado a su tienda. “Es una certeza que las ventas van a bajar”, dice. Tiene miedo de perder la mercancía.
Las personas que circulaban por el casco histórico de El Hatillo no estaban usando mascarillas. Antonio Di Martín dijo que su tapaboca era un dulce que compró y que se sentó a comer en la plaza.
Carmen Victoria Inojosa/Crónica.Uno