Los vendedores de a pie siguen saliendo a la calle, como la única manera de obtener un sustento diario que les permita llevar algo a sus hogares
En La Vega madrugan hasta en cuarentena. La parroquia caraqueña también se amolda al aislamiento que el pasado lunes, 23 de marzo, cumplió una semana en la capital del país.
Comerciantes y vendedores informales abrieron a tempranas horas para ofrecer su mercancía, de manera que los parroquianos adquirieran los productos desde la mañanita.
En esta localidad, al mediodía deben cerrar los expendios. Los obligan funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) o la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que recorren local por local ordenando que se cumpla la norma, para evitar la propagación del covid-19.
Desde el lunes, el país vive una cuarentena “radicalizada”. Esa fue la orden del gobierno del presidente Nicolás Maduro, que el domingo llamó a los venezolanos a cumplir el aislamiento y las medidas de distanciamiento social.
Maduro reiteró la obligación del uso de tapabocas, pero además añadió que quienes suban al Metro de Caracas deben usar guantes y estar separados entre sí al menos un metro de distancia.
En La Vega, los vendedores de a pie siguen saliendo a la calle. Es la única manera de obtener un sustento diario que les permita llevar algo a sus hogares.
Marilyn es una de ellas. Vende café y cigarrillos. Pero en una semana de cuarentena dijo que el negocio “no le estaba dando ganancias. La gente ya no tiene efectivo”.
Pese a esto, la madre y comerciante informal seguirá trabajando al menos el mediodía que le permiten la PNB o la GNB. “No puedo dejar de hacerlo, porque tengo dos hijos que mantener. Con lo que hago, un día compro la harina y otro día arroz. Así voy, pero a las 12:00 me tengo que ir. A esa hora viene la policía y nos corre”.
En los establecimientos comerciales, por la restricción de horario, hay largas colas con la separación del metro ordenada por el gobierno de Maduro. Mayormente, las personas buscan comida, pero también productos de limpieza y agua. Todos deben usar tapabocas para entrar a los comercios.
Gerardo Gómez salió a comprar carne y pan. “Tengo mis añitos y estoy más expuesto a este virus, pero salgo porque estoy solo”, reconoció este adulto mayor.
Los vendedores informales, además, se han visto obligados a reducir sus puestos, colocar menos mesas o mercancía. Los kiosqueros abren sus puertas a medias, si llega los cuerpos de seguridad cierran, para evitar cualquier medida en su contra.
A Yoleida, el riesgo le queda en segundo plano, sus hijos le piden no salir. Pero ella les responde: “Cómo hago, cómo los mantengo, esto que está pasando es muy duro”, dice.