Cuando nos preparamos para asistir a una entrevista de trabajo, a un acto importante o a una celebración, lo primera que hacemos es escoger un vestido elegante, para acudir lo mejor posible.
Ese mismo interés debemos tenerlo para cuando nos toque presentarnos ante Dios a rendirle cuentas.
Y ese es un compromiso ineludible.
Quizás te preguntes por qué hablo de vestidos nuevos para presentarnos ante Dios. Este texto bíblico te lo explicará´.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12.
Esa es la situación en que todos estamos antes de Dios, con ropajes sucios, manchados y arrugados por el pecado. Un vestido que todos traemos al nacer porque venimos al mundo con el gen del pecado de Adán.
Por eso en esta condición pecaminosa no podemos presentarnos ante el Todopoderoso, Él no puede ver el pecado porque es Santo.
“Son sus pecados los que los han separado de Dios. A causa de esos pecados, él se alejó y ya no los escuchará. Las manos de ustedes son manos de asesinos y tienen los dedos sucios de pecado. Sus labios están llenos de mentiras y su boca vomita corrupción. Isaías 59:2-3.
Sin embargo, por su misericordia y su gran amor hacia su creación, envió a su Hijo Unigénito, para que Él pagara el precio necesario para restablecer esa relación y por su sangre fuimos lavados y recibimos un nuevo vestido, blanco, límpido, sin manchas y sin arrugas, a fin de podernos presentarnos ante el Rey del Universo.
¿Cómo obtener ese nuevo vestido? Lo sabremos en la próxima columna.
Ser cristiano no es profesar una religión, es tener una relación personal con Jesucristo como Salvador y Señor de nuestra vida.
Dios te bendiga y te guarde, hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios.
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988) beaperiodista@hotmail.com