Los ciudadanos que aprovechan la flexibilización tienen que esperar más de una hora por el Metrobús o el Bus Caracas. Y, cuando llega, no alcanzan a montarse porque no pueden ir de pie. Igual pasa en las camionetas
La nueva normalidad no prevé el cumplimiento de la distancia social en el transporte público. Al menos en el suroeste de Caracas fue imposible que las unidades viajaran con la mitad de su capacidad. El regreso de la flexibilización incluyó más sectores económicos, y la misma cantidad limitada de carros activos en las diferentes líneas.
Los transportistas ya lo habían alertado antes de que la administración del presidente Nicolás Maduro anunciara los 14 nuevos sectores que se incorporaron en la actividad comercial: “Los usuarios se encontrarán con el mismo escenario que se veía antes de la cuarentena, pocas unidades y dificultad para movilizarse”. Y así fue.
Una ciudad alterada. Personas caminando, comprando, haciendo diligencias pendientes. Las paradas de autobuses volvieron a su agite cotidiano. Gritos de rutas, gritos de tarifas y, esta vez, gritos exigiendo tapabocas bien puestos. “¿Cómo le dices a una persona que no se puede montar si necesita ir a su trabajo?”, se cuestionó Jorge Prieto, fiscal de la línea La Hoyada-La Vega.
Sectores que se sumaron a la flexibilización: autolavados, ópticas, reparaciones electrónicas, calzado y textil, papelería y librería, heladerías y cafeterías, fabricación de electrodomésticos, autocines, servicios de encomienda, centros comerciales, atención veterinaria, registros y notarías, eventos deportivos, lavanderías y tintorerías.
La alcaldía del Municipio Libertador aprobó una ordenanza en la que establece que los transportistas pueden montar solo la mitad de la capacidad del vehículo según el número de puestos que tengan. Si tiene 60 puestos, solo entrarán 30, pero esto no se cumplió. Fue imposible “desperdiciar” un autobús de esa forma y obligar al pasajero a esperar hasta una hora más.
“Además, si nosotros montamos menos pasajeros, entonces hacemos menos dinero. No vamos a rodar nuestros carros para cobrar menos y exponernos a que se nos dañe algo. El repuesto no te lo van a regalar”, aseguró el fiscal de la línea La Hoyada-La Rinconada.
La medida más parecida a lo exigido por la Alcaldía de Caracas fue prohibir usuarios parados, y hasta guindados en la puerta, como se veía antes de la llegada de la pandemia del covid-19 al país, lo que no evitó que entre pasajeros y choferes se pelearan por no dejarlos subir. “Las personas se quejan por todo”, aseguró un transportista de la línea Plaza Venezuela-Caricuao.
En esa línea trabajaron solo 10 unidades el pasado lunes. Quienes esperaban, se sentaban en los alrededores de la estación Zona Rental del Metro de Caracas. Muchos con maletas y caras de cansancio, y apenas eran las 11:00 de la mañana. Podía pasar más de media hora para que llegara un autobús.
La Zona Rental estaba llena de policías. Muchos vigilaban que no fueran personas paradas en los autobuses. No decían nada por que subieran más pasajeros que la mitad de asientos. Cuando un conductor comenzaba a cobrar el pasaje, ahí estaba el policía, a su lado vigilando que todo “estuviera bien”.
En el Metro de Caracas se siguen las mismas reglas que al comienzo de la flexibilización: presentación obligatoria del carnet laboral y temperatura estable. Dentro del sistema no se está cobrando pasaje, y en muchos vagones hay funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana o de la Milicia Bolivariana. Solo están ahí, vigilando. No dicen nada.
Depende de la hora, está libre o no. “Vengo de Línea 3 y el vagón estaba que no cabía más nadie y sin aire”, dijo un muchacho que hacía la cola para el Metrobús en Coche, cerca del mediodía, el lunes.
En la misma cola, Flor Sánchez relató que tenía hora y media esperando que llegara el Metrobús para Fuerte Tiuna. Solo estaba funcionando uno y nadie puede ir parado. Así que, aunque dio la vuelta dos veces, ella no había alcanzado a montarse.
Flor salió el lunes porque necesitaba ir al Centro Diagnóstico Integral (CDI) en Fuerte Tiuna por un fuerte dolor en la espalda. No estaba segura de si la atenderían, pero es lo más cercano que le queda de su casa.
“Tengo hora y media esperando el Bus Caracas”, lamentó Marielena Sánchez mientras hacía una cola que se salía del terminal La Flores.
RECUADRO
Ciudad en caos
Marielena tiene 73 años de edad y salió porque no tiene tarjeta de débito para cobrar su pensión. Para donde va le dicen que no hay plástico. Esperaba llegar a las 10:00 am a una oficina del Banco de Venezuela en el Centro Comercial Ipsfa, pero aunque salió de su casa una hora antes, el transporte no llegaba. “Por qué no habilitan más unidades si saben que estamos en contingencia”, reclamó.
La cola del Bus Caracas se hace sin distancia de un metro y medio. Todos pegaditos. La mayoría con la mascarilla bien puesta, y otros luciéndola en la barbilla o en la oreja. Cuando llega el autobús, los trabajadores toman la temperatura a los usuarios y desinfectan pies y manos. Es más el estrés de saber si alcanzarían los puestos para lograr irse en la unidad, que la preocupación por mantener cualquier método de prevención del covid-19.
Mariana Sofía García/Crónica.Uno