Por David Uzcátegui
La compleja y prolongada situación venezolana no es susceptible de ser escondida. No solamente entre quienes estamos en el país y la padecemos en primera persona; sino también a los ojos del mundo.
Un mundo que no solo sigue nuestra desventura con asombro y consternación, sino que además siente el rebote de nuestra crisis, que ya afecta a toda la región y tiene eco en las latitudes más remotas, debido a la creciente ola migratoria.
No es de extrañar que instituciones internacionales se ocupen de una tragedia que hace tanto ruido en el concierto mundial, que se prolonga y que no a punta a ver la voluntad de solución.
Uno de los hechos más sonados en cuanto a la repercusión mundial de la situación venezolana, ha sido la posición de la alta comisionada de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet.
Que nuestra circunstancia haya atrapado la atención de tan alto organismo, es un grito ante el mundo de la gravedad de lo que vivimos. Y el hecho de que la señora Bachelet haya realizado un nuevo informe, es una señal clara de que la situación sigue, empeora y no sale del radar de las inquietudes de la comunidad internacional.
Cabe decir, y hay que destacarlo, que desde que se habló de la posibilidad de que esta funcionaria se ocupara de la situación venezolana, las opiniones sobre los resultados de su gestión se dividieron radicalmente.
Algunos consideraron que su eventual afinidad ideológica con un bloque político internacional que ha sido cercano a lo que sucede en Venezuela, sesgaría sus observaciones. Otros tantos apostaron a su ética, a su trayectoria profesional y a que su modo de pensar en realidad nada tiene que ver con convalidar lo que vivimos; muy al contrario, ha sido su labor de vida el denunciar este tipo de circunstancias y por ello llegó a la posición que hoy ostenta.
En todo caso, cada quien ha visto lo que ha querido ver en las conclusiones de Michelle Bachelet. Algunos consideran que fue complaciente y no lo suficientemente drástica de cara a lo que padecemos en esta tierra. Otros tantos aseguran que sí cumplió con su misión adecuadamente, que se trata de un aporte y que no fue más allá justamente porque su cargo supone ciertos protocolos que no puede violentar y que cumplió a cabalidad, lo cual es un requisito para que pueda seguir adelante, trabajando en pro de soluciones para los venezolanos.
Aunque su aporte abunda en detalles, desde nuestro punto de vista ofrece frases contundentes que retratan lo que es la Venezuela de hoy, como por ejemplo cuando se refiere a lo que ella considera violaciones de los derechos económicos y sociales, “debido a sus bajos salarios, altos precios de los alimentos, persistentes carencias de los servicios públicos, precario acceso al sistema de salud”.
Agrega la exacerbación de la crisis por la pandemia de COVID-19, algo que sabemos nos ha llevado a nuevos niveles en situaciones muy difíciles de tolerar.
La representante de la ONU establece 16 recomendaciones en el sentido de aliviar la carga que llevamos los venezolanos, y el no atenderlas puede ser un buen termómetro para medir la falta de voluntad política que tiene el juego trancado en el país.
A este respecto, la alta comisionada lamentó también que “los actores políticos no logren encontrar una solución negociada que resuelva la profunda crisis política”.
Entre estas recomendaciones, destaca la de hacer plenamente efectivos los derechos a las libertades de opinión, expresión, reunión y asociación pacífica; así como los de acceso a la información y de participación en asuntos políticos. Se trata de carencias que han horadado nuestra vida ciudadana y que nos han disminuido el espacio ciudadano y civil, restándonos como nación.
Por otro lado, su trabajo constituye, desde nuestro punto de vista, un valioso documento que recoge las penurias que nos aquejan y que recomienda de qué manera abordar las soluciones posibles, lo cual puede constituir –esperemos que en un futuro muy cercano– un mapa de ruta, un documento de entendimiento entre los venezolanos, para escapar de este extenuante laberinto.
El texto es una descarnada radiografía que retrata la situación de Venezuela. No puede ser tomado como “intervencionismo”, colonialismo” u otros calificativos fuera de lugar. Es un botón de alarma y una alerta roja sobre el momento que vivimos.
“Reitero mi llamado en favor de una negociación política inclusiva basada en derechos humanos y en la restitución de los derechos políticos. Mi Oficina sigue dispuesta a contribuir en estos esfuerzos”, concluye Bachelet.
Quedamos todos a la espera de su nuevo informe sobre Venezuela, el cual se dará a conocer el próximo día 15 de este mes, lo cual habla de la amplitud y profundidad con la cual está abordando el caso venezolano.